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Opinion

«Vencer la pereza intelectual”

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Hace días, pregunté a tres adolescentes cuáles libros leían. Me quedé pasmado con las respuestas. “Solo leemos cuando en el colegio nos obligan”, decían sonriendo. “Leer es para idiotas”, escuché. ¡Triste del presente y futuro de un país donde los jóvenes no leen!

Uno de los temas que más  inquieta es el desinterés colectivo por aprender, reflexionar, amar la lectura, tener cultura general, debatir ideas, preocuparse y ocuparse por ser más útil a la sociedad. Los cerebros están ociosos y ese estado afecta nuestro desarrollo integral, dificultando saber dónde estamos y adónde vamos.

Las nobles iniciativas son cosa del pasado. Tenemos, confío no sea mayoría, una generación de zombis que ni idea tiene de lo que es la vida, con sus triunfos y fracasos, luces y sombras, sacrificios y real gozo. Hay quienes en su cotidianidad son tan lentos que si persiguen dos tortugas al mismo tiempo al menos se les escapa una.

El papa León XIV, que continúa la línea del papa Francisco de enriquecer la enseñanza social de la Iglesia, la semana pasada, en la misa de apertura del Jubileo del Mundo Educativo, pidió  a la comunidad educativa «vencer la pereza intelectual» y cultivar una mirada amplia «que no simplifique cuestiones ni tema a las preguntas»; afirmó que  «Quien estudia se eleva, amplía sus horizontes y sus perspectivas, para recuperar una mirada que no se fija solo en lo bajo, sino que es capaz de mirar hacia arriba».

Y prosiguió con una joya, cito: «Esta es la gracia del estudiante, del investigador, del erudito: recibir una mirada amplia, que sabe ir lejos, que no simplifica las cuestiones, que no teme las preguntas, que vence la pereza intelectual y, así, derrota también la atrofia espiritual».

Me encantaron también estas sentencias: «La condición de la ignorancia» a menudo está ligada «a la cerrazón y la falta de interés espiritual e intelectual»: «Cuando el ser humano es incapaz de ver más allá de sí mismo, de sus ideas y convicciones, se mantiene prisionero, esclavo, incapaz de madurar un juicio propio».  «Muchas cosas fundamentales de la vida no nos las damos nosotros mismos, sino que vienen de los demás; de los maestros, de los encuentros, de las experiencias».

Nuestra apatía para lanzarnos a aprender es peligrosa, especialmente en un mundo muy competitivo, como, por ejemplo, Corea del Sur, China e India, donde la educación y la disciplina son el norte a seguir. En ese orden, todavía gateamos, cuando ya es necesario caminar o correr. Lo expresado por el papa León XIV, más que retratarnos debe alertarnos. Estamos a tiempo de no quedarnos como estatuas a la hora de pensar y de accionar.

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