Opinion
A Ho-chi, a sus 55 años
De nombre, Ho-chi Ernesto Veras Rodríguez, quien hoy está cumpliendo la edad de cincuenta y cinco años, eso es uno menos que quien escribe.
Ante todo, debemos reiterar nuestras felicitaciones de lugar para él y a la vez, desearle larga existencia en esta tierra de aciertos y desaciertos y que amamos con pasión. A la vez, expresarle mi amor de hermano mayor y pedirle que siga teniendo esa gran actitud que siempre le ha caracterizado como ser humano. Una persona jovial, sonriente, positiva y sobretodo, conversador y cuerdero, como mi abuela paterna.
Le admiramos por su gran esfuerzo que hoy está comenzando a ver sus frutos de la tenacidad en el área de su profesión como médico.
Cuando en su oportunidad tuvo que marcharse fuera del país a estudiar a la ciudad de México, Federal, para hacerse de una especialidad, médico nuclear, que en el momento, nadie entendía de los que estábamos en su entorno, pero, él se tenía todo panorama de vida clara y eso es lo que al final de todo, lo más importante. Porque cuántas personas que conocemos, están saltando de un lado a otro porque no han encontrado cuál es su verdadera pasión.
En Ho-chi Ernesto, cuya combinación de nombres, fue dada por nuestro padre, a propósito de dos grandes de la historia mundial, Ho-chi Ming, quien fuera un revolucionario y político anticolonial vietnamita.
Fue líder independentista y miembro fundador tanto del Partido Comunista Francés como del Partido Comunista de Vietnam. Y de este lado del mundo, Ernesto Che Guevara de la Serna, fue un médico, político, guerrillero, escritor, periodista y revolucionario comunista argentino e ideólogo de la Revolución Cubana. Entonces, calza dos nombres bien pesados, con los cuales ha sabido dar gala por su proceder y actitud ante los demás y la vida misma.
Con Ho-chi, como fuimos los primeros en nacer, y la diferencia era tan solo de un año y meses, y ambos éramos rubios, de un padre a quien todo el mundo conocía y conoce como ‘Negro Veras’, y de una madre, Carmen Teresa Rodríguez, era un color blanca. Y éramos el decir de familiares y amigos del entorno familiar, cuando decían: “llegaron los rubitos de Negro y Carmen”.
Está demás expresarle y reiterarle nuestra admiración y orgullo que sentimos por lo que ha logrado y que sabemos todo cuanto ha tenido que atravesar para estar en el escalón que se encuentra. Llevando a cabo la profesión que ama, la de médico y que la ejerce con un criterio de humanidad y respeto por cada ser humano que se le acerca.
El hoy ejerce la profesión que hubiera querido nuestra madre haber tenido la oportunidad de estudiar más allá del bachillerato. Y estamos conscientes que ella veía eh Ho-chi, su realización inacabada y deseada.
Hoy le decimos al Chino o al vietnamita, como le conocemos quienes le amamos y le queremos desde siempre, porque ante todo, también más pequeño, tenía sus ojos como un oriental: que siga bridando su sonrisa amplia y que en esta nueva vuelta al Sol, siga siendo bendecido por Dios y le siga brindando luz en todo cuanto hace.
Te quiero, Ho-chi.
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