Opinion
El papa Francisco, Dubert y los voluntarios

¿Qué es ser voluntario? Para Cáritas: “Voluntario es el que, además de sus propias labores profesionales, de un modo continuo, desinteresado y responsable dedica parte de su tiempo a actividades no en favor de sí mismo ni de los asociados, sino en favor de los demás o de intereses sociales colectivos, según un proyecto que no se agota en la intervención misma, sino que tiende a erradicar o modificar las causas de la necesidad o marginación social”.
El papa Francisco, el pasado domingo, envió un mensaje por el Jubileo de los Voluntarios. Había unos 25,000 peregrinos, cooperantes y miembros de Protección Civil de todo el mundo. Como Su Santidad estaba hospitalizado, fue leído en la Plaza de San Pedro por el cardenal Michael Czerni.
Entre tantas importantes reflexiones, expresó: «Me alegra saludar a todos los voluntarios que hoy están presentes en Roma para su peregrinación jubilar. Les agradezco mucho, queridos voluntarios, porque siguiendo el ejemplo de Jesús, ustedes sirven al prójimo sin servirse del prójimo».
También afirmó algo hermoso, que anima a ocuparnos de los demás: «Por las calles y en las casas, junto a los enfermos, a los que sufren, a los presos, con los jóvenes y con los ancianos, su entrega infunde esperanza en toda la sociedad».
Al leer su mensaje recordé de inmediato a otro jesuita: el padre Ramón Dubert. ¿Por qué? Este sacerdote era un abanderado del voluntariado. Pedía a los jóvenes y profesionales que le dedicaran un tiempo al mes a los demás, a los más necesitados, creando una especie de “banco de horas”. Nos repetía: “Ustedes son privilegiados, deben retribuir a la sociedad lo que esta les ha dado”. Este hijo de Dios predicaba con el ejemplo, sin descanso, sin excusas, con perseverancia.
El voluntariado me fascina, enriquece el espíritu, nos hace sentir útiles. Es una expresión de la gente noble y solidaria, que actúa en silencio, sin bulla, como es debido. Ayudar al hermano representa un alimento exquisito, hasta el punto de que la persona que aporta generalmente siente mayor satisfacción interna que aquella que recibe el apoyo.
El voluntariado merece todos los elogios, no importa la dimensión, los minutos o el lugar de lo realizado, pues como decía la Santa Madre Teresa de Calcuta: “No siempre podemos hacer grandes cosas, pero sí podemos hacer cosas pequeñas con gran amor”.
Animémonos a ser voluntarios de acuerdo a nuestras posibilidades, en cualquier época del año, que siempre hay alguien que requiere un poco de nosotros para vivir con mayor dignidad. Asumamos las palabras del papa Francisco y del padre Dubert; el hacerlo nos hará mejores personas, contribuyendo así a construir un mejor país. ¡Vamos!

Opinion
La doble matanza de la escuelita

Cuando las escuelas públicas eran escasas y era casi imposible acoger la población en edad escolar, cuando los profesores recibían salarios de miseria, etc. Entonces, las escuelitas de patio resolvían, en parte, las deficiencias. Eran un respiro económico.
La deficiencia de planteles escolares parecía insuperable por parte de gobierno. La precariedad se extendía por igual al cuerpo docente. Las consecuencias en las comunidades rurales eran catastróficas. Sin que lo anterior implique que las zonas urbanas rebosaban de centros educativos. Para nada.
Los barrios, repartos y urbanizaciones de la época aventajaban a las secciones y parajes porque a nadie se le ocurría instalar un colegio privado en el campo. En cambio, las tramas urbanas tenían colegios grandes y chiquitos, caros y baratos. El descuido en el sistema de educación pública hizo cada vez más rentables las ofertas privadas.
Para que se tenga una idea de la precariedad, un centro escolar cubría un área tan extensa como poblada. La escuela Benigno Filomeno de Rojas, ubicada frente a la Catedral Metropolitana “Santiago Apóstol” y el Parque Duarte (antiguo central), por ejemplo, abarcaba La Joya, Baracoa, centro histórico, Bella Vista, Pastor, Pekín y La Yagüita.
La Escuela Colombia, como también la llamaban, incluía a Nibaje, Villa Jagua y parte de La Herradura. En ese mismo perímetro hoy existen cerca de ocho centros con tandas extendidas. Sin contar los colegios privados.
La carencia de profesores, sumado a los salarios de miseria que devengaban, agudizaba aún más la crisis. Tenían que conformarse con salario mínimo. A sabiendas que una buena proporción de estos no alcanzaban —más en lo rural— ni tan siquiera a ser bachilleres.
Para perpetuar la calamidad del sistema educativo los niños, para ser aceptados en las escuelas debían tener 6 años cumplidos. Todo este panorama sombrío generó lagunas en el plano técnico-metodológico del estudiantado. También justificó la proliferación de las escuelitas de patio (Escuelitas Particulares).
La escuelita
¡Qué-qué! Qué usted nunca estuvo en una escuelita de patio. Entonces sucedió una de dos: primero, lo inscribieron en la escuela a los 7 años de edad; segundo, nació después del año 1994.
Y tomo de referencia el año 1994, porque en el periodo 1992-2002 se puso en marcha el primer Plan Decenal de Educación de la República Dominicana. Lo que quiere decir que, en 1994 el programa estaba en la etapa de consolidación.
Para los fines del Plan Decenal se consensuaron en el proceso de consultas los objetivos básicos siguientes:
- Reformar el currículo para mejorar la educación
- Mejorar la condición docente
- Reformar la institución para lograr mayor eficiencia
- Fom
Cuando las escuelas públicas eran escasas y era casi imposible acoger la población en edad escolar, cuando los profesores recibían salarios de miseria, etc. Entonces, las escuelitas de patio resolvían, en parte, las deficiencias. Eran un respiro económico.
La deficiencia de planteles escolares parecía insuperable por parte de gobierno. La precariedad se extendía por igual al cuerpo docente. Las consecuencias en las comunidades rurales eran catastróficas. Sin que lo anterior implique que las zonas urbanas rebosaban de centros educativos. Para nada.
Los barrios, repartos y urbanizaciones de la época aventajaban a las secciones y parajes porque a nadie se le ocurría instalar un colegio privado en el campo. En cambio, las tramas urbanas tenían colegios grandes y chiquitos, caros y baratos. El descuido en el sistema de educación pública hizo cada vez más rentables las ofertas privadas.
Para que se tenga una idea de la precariedad, un centro escolar cubría un área tan extensa como poblada. La escuela Benigno Filomeno de Rojas, ubicada frente a la Catedral Metropolitana “Santiago Apóstol” y el Parque Duarte (antiguo central), por ejemplo, abarcaba La Joya, Baracoa, centro histórico, Bella Vista, Pastor, Pekín y La Yagüita.
La Escuela Colombia, como también la llamaban, incluía a Nibaje, Villa Jagua y parte de La Herradura. En ese mismo perímetro hoy existen cerca de ocho centros con tandas extendidas. Sin contar los colegios privados.
La carencia de profesores, sumado a los salarios de miseria que devengaban, agudizaba aún más la crisis. Tenían que conformarse con salario mínimo. A sabiendas que una buena proporción de estos no alcanzaban —más en lo rural— ni tan siquiera a ser bachilleres.
Para perpetuar la calamidad del sistema educativo los niños, para ser aceptados en las escuelas debían tener 6 años cumplidos. Todo este panorama sombrío generó lagunas en el plano técnico-metodológico del estudiantado. También justificó la proliferación de las escuelitas de patio (Escuelitas Particulares).
La escuelita
¡Qué-qué! Qué usted nunca estuvo en una escuelita de patio. Entonces sucedió una de dos: primero, lo inscribieron en la escuela a los 7 años de edad; segundo, nació después del año 1994.
Y tomo de referencia el año 1994, porque en el periodo 1992-2002 se puso en marcha el primer Plan Decenal de Educación de la República Dominicana. Lo que quiere decir que, en 1994 el programa estaba en la etapa de consolidación.
Para los fines del Plan Decenal se consensuaron en el proceso de consultas los objetivos básicos siguientes:
- Reformar el currículo para mejorar la educación
- Mejorar la condición docente
- Reformar la institución para lograr mayor eficiencia
- Fomentar la participación de la comunidad en la gestión educativa
- Lograr que la educación reciba el 2% del PIB
Una observación somera a posteriori bastaría para saber que los propósitos propuestos —en su mayoría— se superaron con creces. Sólo la mezquindad no logra verlo.
Los resultados de este primer Plan Decenal dieron al traste con la proliferación de escuelitas de patio hasta desaparecerlas.
La escuelita era una opción para adelantar la alfabetización antes de llegar al sistema formal de educación. Como se dijo arriba, los niños debían tener 6 años cumplidos para que el sistema formal los inscribiera en primero de la primaria. Porque en la época eran desconocidos los niveles de Párvulo, kindergarten o Preescolar.
El ingreso a la escuela antes de los 6 años, por derivación de lo anterior, se hacía innecesario. Porque los niveles Párvulo, kindergarten o Preescolar son los responsables de modelar las funciones motoras de los niños.
Aclaro que la palabra kindergarten significa en español: jardín de infancia, guardería o parvulario.
Las debilidades señaladas antes vienen a ser suplidas —en parte— por las escuelitas de patio. Y digo en parte porque estos centros informales sólo se ocupaban de ensenar a leer e inducir los comportamientos cívicos necesarios.
Los casos de escuelitas impulsadas por profesoras que tenían su plaza en el sistema formal de educación eran comunes. Las que tenían esta condición solían tener mayor clientela. Si. Porque luego estas maestras servían de garantía para que el niño fuera admitido en la escuela pública. Recuerde que estas eran pocas.
Había niñas, inclusive, que las inscribían en segundo o tercer grado de primaria debido a que la maestra de la escuelita las recomendaba. Lo que significa que de manera velada el sistema estatal las asumía como una opción válida.
Las escuelitas eran, además, el centro de entrenamientos para las profesoras en el arte de la pedagogía. Estas, no obstante, ya eran expertas en otro arte, en el arte y método conocido como la “pedagotabla”, consistente en lograr la atención del estudiante a golpe de regla. Las reglas de un metro las fabricaban de tablas de madera.
El doble pley se consumaba debido a que las profesoras se granjeaban —con la escuelita— un ingreso adicional al salario de miseria que recibían.
La escuelita tradicional caló tanto que, Freddy Beras Goico (1940-2010) escribió un libreto para una comedia que todavía hoy conserva vigencia. “La Escuelota”, es sin dudas, una comedia icónica, una sátira de la escuelita.
El tiempo impuso su paso infalible. El Plan Decenal, tras la eficiencia de una y otra versión, terminó integrando la función de las escuelitas al sistema formal de educación pública.
Pero como el reciclaje puede aplicarse a prácticas distintas, las escuelitas mutaron a la modalidad de Sala de Tareas. Se adaptaron para ofertar servicios a los estudiantes con problemas de retraso en el conocimiento.
El engaño ha existido siempre. Es una enfermedad familia de la cleptomanía. Por tanto, eran muchos los que enviaban sus hijos durante meses sin pagar un chele. Se las pasaban haciendo cuentos hasta que dejaban de enviar el muchachito.
Con todo y el engaño, las escuelitas resolvían una irresponsabilidad del gobierno. Enseñaban a los niños y garantizaban un paliativo a la economía hogareña.
Miguel Ángel Cid
Twitter: @miguelcid1
entar la participación de la comunidad en la gestión educativa
- Lograr que la educación reciba el 2% del PIB
Una observación somera a posteriori bastaría para saber que los propósitos propuestos —en su mayoría— se superaron con creces. Sólo la mezquindad no logra verlo.
Los resultados de este primer Plan Decenal dieron al traste con la proliferación de escuelitas de patio hasta desaparecerlas.
La escuelita era una opción para adelantar la alfabetización antes de llegar al sistema formal de educación. Como se dijo arriba, los niños debían tener 6 años cumplidos para que el sistema formal los inscribiera en primero de la primaria. Porque en la época eran desconocidos los niveles de Párvulo, kindergarten o Preescolar.
El ingreso a la escuela antes de los 6 años, por derivación de lo anterior, se hacía innecesario. Porque los niveles Párvulo, kindergarten o Preescolar son los responsables de modelar las funciones motoras de los niños.
Aclaro que la palabra kindergarten significa en español: jardín de infancia, guardería o parvulario.
Las debilidades señaladas antes vienen a ser suplidas —en parte— por las escuelitas de patio. Y digo en parte porque estos centros informales sólo se ocupaban de ensenar a leer e inducir los comportamientos cívicos necesarios.
Los casos de escuelitas impulsadas por profesoras que tenían su plaza en el sistema formal de educación eran comunes. Las que tenían esta condición solían tener mayor clientela. Si. Porque luego estas maestras servían de garantía para que el niño fuera admitido en la escuela pública. Recuerde que estas eran pocas.
Había niñas, inclusive, que las inscribían en segundo o tercer grado de primaria debido a que la maestra de la escuelita las recomendaba. Lo que significa que de manera velada el sistema estatal las asumía como una opción válida.
Las escuelitas eran, además, el centro de entrenamientos para las profesoras en el arte de la pedagogía. Estas, no obstante, ya eran expertas en otro arte, en el arte y método conocido como la “pedagotabla”, consistente en lograr la atención del estudiante a golpe de regla. Las reglas de un metro las fabricaban de tablas de madera.
El doble pley se consumaba debido a que las profesoras se granjeaban —con la escuelita— un ingreso adicional al salario de miseria que recibían.
La escuelita tradicional caló tanto que, Freddy Beras Goico (1940-2010) escribió un libreto para una comedia que todavía hoy conserva vigencia. “La Escuelota”, es sin dudas, una comedia icónica, una sátira de la escuelita.
El tiempo impuso su paso infalible. El Plan Decenal, tras la eficiencia de una y otra versión, terminó integrando la función de las escuelitas al sistema formal de educación pública.
Pero como el reciclaje puede aplicarse a prácticas distintas, las escuelitas mutaron a la modalidad de Sala de Tareas. Se adaptaron para ofertar servicios a los estudiantes con problemas de retraso en el conocimiento.
El engaño ha existido siempre. Es una enfermedad familia de la cleptomanía. Por tanto, eran muchos los que enviaban sus hijos durante meses sin pagar un chele. Se las pasaban haciendo cuentos hasta que dejaban de enviar el muchachito.
Con todo y el engaño, las escuelitas resolvían una irresponsabilidad del gobierno. Enseñaban a los niños y garantizaban un paliativo a la economía hogareña.
Miguel Ángel Cid
Twitter: @miguelcid1
Opinion
Abril y la primavera

« La primavera ha venido,
nadie sabe cómo ha sido…»
(Antonio Machado)
Primavera es la cara opuesta al otoño. El otoño es declinación, agotamiento, lo viejo, la ruta hacia el final.
La primavera es vigor, esplendor, florecimiento, desarrollo, flor que retoña, vida que comienza, juventud, ruta inexplorada, potencia vital.
Abril, por nacer casi a la par con la primavera, parece arrastrar muchos de los rasgos distintivos de esta venerada estación: potencia juvenil, frescura, lozanía, hermosura… Y al igual que la primavera abril entraña la idea de juventud: «Cumplió quince abriles», «Le celebraremos sus quince primaveras», suele afirmarse para referirse a la lozana y hermosa quinceañera nacida en un mes cualquiera del año.
Y hablar de abril es recordar, necesariamente, al afamado bardo sevillano, Antonio Machado (1875-1938), quien en líricos y sensibles versos modernistas supo cantarles al cuarto mes del año, así como a la primera estación, en muchas de sus famosas galerías poéticas y otros textos.
«La primavera ha venido/nadie sabe cómo ha sido…», se lee en su libro Nuevas canciones (1924). Y en una de sus galerías, acerca de esta estación poetiza Machado:
«La primavera besaba,
suavemente la arboleda,
y el verde nuevo brotaba,
como una verde humareda»
Y acerca del mes de abril, corazón de la primavera, así le canta el más joven miembro de la Generación del 98:
“Son de abril las aguas mil,
sopla el viento achubascado,
y entre nublado y nublado,
hay trozos de cielo añil»
«La lluvia iba pasando,
sobre el campo juvenil,
yo vi en las hojas temblando,
las frescas lluvias de abril»
Opinion
Un Momento – Esperanza nacida del Calvario

En la aridez, el desamparo y el dolor del Calvario nació la más grande esperanza de la humanidad. En ese momento de sufrimiento extremo, el Crucificado nos regaló a todos una nueva y eterna primavera de salvación.
A través de su sacrificio, Jesús transformó el sufrimiento en victoria, ofreciendo a la humanidad la oportunidad de redención y vida eterna. Su muerte en la cruz, lejos de ser un final, se convirtió en el principio de una esperanza que nunca muere, una esperanza que da fruto en cada corazón que se abre a su amor y misericordia.
Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.
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