Opinion
Prudencia y el caso de Villa González

Recientemente, en Villa González, ocurrió un hecho lamentable y condenable. Varias personas han sido sometidas a la justicia acusadas de violar a una joven, entre otros aspectos penales. El Ministerio Público y los jueces, esperamos, cumplirán su rol. Esto nos obliga a reflexionar sobre el cuidado que debemos tener al caminar por estas calles de Dios.
No es que andemos con miedo, temiéndole a todo. Nuestro país tiene buen desempeño en materia de seguridad ciudadana; nuestro índice de criminalidad está muy por debajo de la media de América. Por ejemplo, decenas de importantes ciudades de los E.E. U.U. son más peligrosas que las principales nuestras.
En este tema existe algo muy dominicano: somos bastante crédulos, consideramos bueno al prójimo y nos entregamos rápido a la gente. En cualquier encuentro nos encariñamos con el primero que nos simpatice y hasta lo invitamos a nuestro hogar. Saludamos a quien nunca hemos visto, sin saber qué hace o de qué vive.
Cuando conversamos con alguien nos esforzamos por “salir familia”, aunque parientes lejanos. Buscamos conocer personas en común para luego exclamar: ¡qué mundo más pequeño! Nos caracterizamos, además, por demostrar que contamos con muchos amigos y si alguien menciona un nombre, decimos: ¡ese es como mi hermano! Tener miles de contactos en nuestro Facebook nos llena de orgullo.
Esta conducta demuestra la nobleza del corazón de nuestro pueblo y, en principio, es mejor ser así que vivir con delirio de persecución, con el ánimo alterado, jurando que todo el mundo quiere estafarnos o que en cualquier esquina céntrica e iluminada pueden asaltarnos, porque vemos un villano en cada rostro.
Particularmente, aunque quizás peque de ingenuo, prefiero que dos o tres me engañen a no abrir mi corazón y ofrecer mi mano solidaria a quien lo solicita. Si pierdo monedas, me desilusionan o me traicionan por pensar y actuar así, lo asimilo como un razonable pago por la felicidad que siento al creer en el ser humano.
Ahora bien, aunque somos amistosos y como nación tenemos una envidiable paz, no confiemos en cualquier extraño que aparezca; por igual, frenemos eso de desplazarnos con tanta soltura. Estemos más alertas en nuestra cotidianidad, pues siempre habrá posibilidad de que aparezcan antisociales. El espacio de la delincuencia en determinados escenarios crece rápido.
Debemos saber bien a quién visitamos y el ambiente que impera en el área, independientemente de que las desgracias a veces son inevitables, por más decentes y cautelosos que seamos. El caso de Villa González, especialmente a la juventud, enseña a ser prudentes al momento de elegir con quiénes nos reunimos y los lugares que visitamos. El sentido común y nuestra intuición pueden ayudarnos al respecto.

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