Opinion
Mi ventana óptica – Turismo de prostitución
Mientras periodistas se enfrascan en una lucha encarnizada con descalificaciones, defendiendo intereses corporativos, el país sigue acumulando problemas que deberían ser la preocupación de quienes escogieron un oficio para defender a la sociedad de temas como el que traigo hoy a mis lectores.
Pero la realidad es, que esto no factura y el periodismo ha sido la fórmula mágica para muchos ganar notoriedad mediatizando la comunicación social. ¿Qué es el turismo sexual? Son viajes que hacen personas a países con el objetivo explícito e implícito de participar en actividades sexuales con quienes se dedican al oficio más viejo que conoce la humanidad.
En ocasiones, implica la explotación de menores en condiciones de vulnerabilidad. Males que arrastra República Dominicana como destino turístico, aprovechando la belleza de sus ríos, montañas y playas que ofrece el clima tropical. La falta de control por parte de las autoridades, permite que en ciertas zonas se desarrolle un turismo sexual informal o encubierto, ejemplo, Sosúa,Boca Chica y las Terrenas.
Lugares conocidos por la presencia visible de trabajadoras sexuales nativas y extranjeras, que atrae a turistas, especialmente hombres buscando experiencias sexuales dejando muchas enfermedades. Si se tratara de adultos, que libremente escogieron esto como medio de vivir, no estaría hoy interfiriendo en el libre albedrío de esas personas.
La preocupación que me asalta es, saber que de por medio hay personas sin capacidad de discernir, explotadas sexualmente por mentes adultas macabras, que en busca de dinero no se detienen ante nada. De ahí mis críticas a instituciones como un Congreso Nacional, que le sale tan caro a la sociedad dominicana.
Y que en nombre de una democracia viciada mantenemos los contribuyentes, para eso no servir ni siquiera para tomar en cuentas flagelos como este y que se apruebe un marco jurídico legal en el que locales y extranjeros lo piensen antes de ir a profanar nuestra niñez, pues, aunque en el país se prohíbe el proxenetismo, la trata de personas y prostitución infantil, esto tiene un mercado tan visible como si nada, ni nadie lo prohibiera o controlara.
Dizque tenemos leyes que penalizan la explotación sexual comercial de menores, un problema grave y prioritario en la lucha para adecentar el turismo, pero los resultados no se ven y lo que sí es palpable, es cada vez más la incidencia de niñas y niños prostituidos, y que cualquiera diría, forman parte del menú ofrecido en los paquetes que ofrece esta industria, ante la mirada indiferente de sus autoridades.
Sabemos que está relacionado en gran medida con la pobreza y desigualdad económica de familias, lo que lleva a mujeres y hombres a este inicuo trabajo, aprovechado por viajantes extranjero aventureros con poder adquisitivo elevado, incentivando el intercambio sexo-dinero por falta de regulación en esas zonas turísticas.
La industria sin chimenea puede resultar halagüeña para quienes se dedican a tan vergonzosa explotación, mientras la sociedad finalmente sólo recibe el descrédito que sus actividades nos dejan, sumado esto al tráfico humano, tanto interno como transnacional, llevando enfermedades por el pésimo control sanitario existente, lo que termina sometiendo al país a la degradación de su imagen.
Organismos internacionales recomiendan evitar incentivar a contribuir a prácticas de este aprovechamiento. Denunciar la excursión sexual infantil y fomentar el respeto a los derechos humanos, para neutralizar ese lacerante turismo de prostitución.
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