Opinion
Mi ventana óptica – Terroristas al volante

Del tema vial en República Dominicana hablamos desde tiempos inmemoriales, propuestas vienen y van, pero es de esos problemas que, por lo visto, no tiene solución en el país y la ciudadanía debe vivir diariamente escenas horrorosas con accidentes vehiculares.
Con consecuencias catastróficas, en que muchos quedan mutilados cuando tienen “mejor suerte”. Llorar y enterrar a sus muertos es cuánto puede hacer la familia, mientras el Estado reparte el Presupuesto Nacional a ONG y a partidos políticos, en lugar de invertir en señalizaciones, educación a conductores y peatones.
Hoy peor que nunca, cuando la improvisación se ha adueñado de la administración pública y hechos como estos sólo son titulares de prensa, aunque quienes se dedican a estudiar el fenómeno denuncian que estos ocasionan más muertes y traumatismos que enfermedades catastróficas, entiéndase Cáncer, SIDA y otras.
Y ahí está el problema, la autoridad verá estos informes como la tinta que necesita llenar una hoja en blanco, sin la menor importancia. Las leyes si existen, son violadas, porque usted recorre millas de distancias para encontrarse con un anuncio sobre la velocidad establecida y el desaprensivo que maneja hace cuanto se le ocurre.
¿Esto no debería ser preocupación para “Participación Ciudadana y la llamada Sociedad Civil? Sólo pregunto. Por eso, la mañana del pasado viernes en Piedra Blanca, Bonao, se vivieron escenas de terror con otro accidente que llevó luto y dolor a la familia, cuando el gobierno se distrae en banalidades.
Este involucra un camión de militares, embestido por un autobús de pasajeros según medios de prensa locales. Se habla de tres soldados fallecidos y varios heridos en hospitales de la zona. Anteriormente, en Puerto Plata, un padre y su hija murieron accidentados por otro vehículo en la avenida Manolo Tavares Justo, de Sosúa.
Las víctimas fueron el educador Melvin Ramón Pichardo y su hija Emely Nicol, fallecidos en el acto, al recibir golpes y heridas en la cabeza y otras partes del cuerpo, que dejó, además, ocho lesionados en diferentes centros médicos. Otro informe por ahí indica que los accidentes se han convertido en una pandemia peor que la Covid 19.
Por ejemplo, de 2020 a 2023 murieron más personas por esa causa como lo indican estas estadísticas, 7,354 fallecieron atropelladas en las vías públicas, mientras sólo 4,384 a consecuencia de la Coronavirus en el mismo periodo, según datos del Ministerio de Salud Pública.
Todo esto ocurre sin que la ciudadanía vea la determinación del Estado para detener el desorden de un tránsito caótico, donde la gente pierde la vida como si a nadie le importara nada. Viajé recientemente al país y como siempre, uso transporte público para trasladarme de un lugar a otro cuando mi hija no dispone de tiempo, porque, aunque tengo vehículos a mi disposición que me ofrecen amigos y familiares, prefiero no manejar allí por la falta de regulaciones y señalizaciones en las ciudades y noté a jóvenes conduciendo autobuses de pasajeros con muy poca experiencia.
Y no por su juventud, sino, nadie descarta que su licencia sea una tarjeta de un coronel, un general o de algún funcionario amigo de la familia. Y sólo ese tráfico de influencia trae desgracias a la población, sin que las autoridades detengan a estos terroristas al volante que siembran el terror en carreteras, calles y avenidas dominicanas.
X, @laactualidadtv
You Tuve, @miventanatv
Tic Tok, @alejandroalmanzar470

Opinion
La doble matanza de la escuelita

Cuando las escuelas públicas eran escasas y era casi imposible acoger la población en edad escolar, cuando los profesores recibían salarios de miseria, etc. Entonces, las escuelitas de patio resolvían, en parte, las deficiencias. Eran un respiro económico.
La deficiencia de planteles escolares parecía insuperable por parte de gobierno. La precariedad se extendía por igual al cuerpo docente. Las consecuencias en las comunidades rurales eran catastróficas. Sin que lo anterior implique que las zonas urbanas rebosaban de centros educativos. Para nada.
Los barrios, repartos y urbanizaciones de la época aventajaban a las secciones y parajes porque a nadie se le ocurría instalar un colegio privado en el campo. En cambio, las tramas urbanas tenían colegios grandes y chiquitos, caros y baratos. El descuido en el sistema de educación pública hizo cada vez más rentables las ofertas privadas.
Para que se tenga una idea de la precariedad, un centro escolar cubría un área tan extensa como poblada. La escuela Benigno Filomeno de Rojas, ubicada frente a la Catedral Metropolitana “Santiago Apóstol” y el Parque Duarte (antiguo central), por ejemplo, abarcaba La Joya, Baracoa, centro histórico, Bella Vista, Pastor, Pekín y La Yagüita.
La Escuela Colombia, como también la llamaban, incluía a Nibaje, Villa Jagua y parte de La Herradura. En ese mismo perímetro hoy existen cerca de ocho centros con tandas extendidas. Sin contar los colegios privados.
La carencia de profesores, sumado a los salarios de miseria que devengaban, agudizaba aún más la crisis. Tenían que conformarse con salario mínimo. A sabiendas que una buena proporción de estos no alcanzaban —más en lo rural— ni tan siquiera a ser bachilleres.
Para perpetuar la calamidad del sistema educativo los niños, para ser aceptados en las escuelas debían tener 6 años cumplidos. Todo este panorama sombrío generó lagunas en el plano técnico-metodológico del estudiantado. También justificó la proliferación de las escuelitas de patio (Escuelitas Particulares).
La escuelita
¡Qué-qué! Qué usted nunca estuvo en una escuelita de patio. Entonces sucedió una de dos: primero, lo inscribieron en la escuela a los 7 años de edad; segundo, nació después del año 1994.
Y tomo de referencia el año 1994, porque en el periodo 1992-2002 se puso en marcha el primer Plan Decenal de Educación de la República Dominicana. Lo que quiere decir que, en 1994 el programa estaba en la etapa de consolidación.
Para los fines del Plan Decenal se consensuaron en el proceso de consultas los objetivos básicos siguientes:
- Reformar el currículo para mejorar la educación
- Mejorar la condición docente
- Reformar la institución para lograr mayor eficiencia
- Fom
Cuando las escuelas públicas eran escasas y era casi imposible acoger la población en edad escolar, cuando los profesores recibían salarios de miseria, etc. Entonces, las escuelitas de patio resolvían, en parte, las deficiencias. Eran un respiro económico.
La deficiencia de planteles escolares parecía insuperable por parte de gobierno. La precariedad se extendía por igual al cuerpo docente. Las consecuencias en las comunidades rurales eran catastróficas. Sin que lo anterior implique que las zonas urbanas rebosaban de centros educativos. Para nada.
Los barrios, repartos y urbanizaciones de la época aventajaban a las secciones y parajes porque a nadie se le ocurría instalar un colegio privado en el campo. En cambio, las tramas urbanas tenían colegios grandes y chiquitos, caros y baratos. El descuido en el sistema de educación pública hizo cada vez más rentables las ofertas privadas.
Para que se tenga una idea de la precariedad, un centro escolar cubría un área tan extensa como poblada. La escuela Benigno Filomeno de Rojas, ubicada frente a la Catedral Metropolitana “Santiago Apóstol” y el Parque Duarte (antiguo central), por ejemplo, abarcaba La Joya, Baracoa, centro histórico, Bella Vista, Pastor, Pekín y La Yagüita.
La Escuela Colombia, como también la llamaban, incluía a Nibaje, Villa Jagua y parte de La Herradura. En ese mismo perímetro hoy existen cerca de ocho centros con tandas extendidas. Sin contar los colegios privados.
La carencia de profesores, sumado a los salarios de miseria que devengaban, agudizaba aún más la crisis. Tenían que conformarse con salario mínimo. A sabiendas que una buena proporción de estos no alcanzaban —más en lo rural— ni tan siquiera a ser bachilleres.
Para perpetuar la calamidad del sistema educativo los niños, para ser aceptados en las escuelas debían tener 6 años cumplidos. Todo este panorama sombrío generó lagunas en el plano técnico-metodológico del estudiantado. También justificó la proliferación de las escuelitas de patio (Escuelitas Particulares).
La escuelita
¡Qué-qué! Qué usted nunca estuvo en una escuelita de patio. Entonces sucedió una de dos: primero, lo inscribieron en la escuela a los 7 años de edad; segundo, nació después del año 1994.
Y tomo de referencia el año 1994, porque en el periodo 1992-2002 se puso en marcha el primer Plan Decenal de Educación de la República Dominicana. Lo que quiere decir que, en 1994 el programa estaba en la etapa de consolidación.
Para los fines del Plan Decenal se consensuaron en el proceso de consultas los objetivos básicos siguientes:
- Reformar el currículo para mejorar la educación
- Mejorar la condición docente
- Reformar la institución para lograr mayor eficiencia
- Fomentar la participación de la comunidad en la gestión educativa
- Lograr que la educación reciba el 2% del PIB
Una observación somera a posteriori bastaría para saber que los propósitos propuestos —en su mayoría— se superaron con creces. Sólo la mezquindad no logra verlo.
Los resultados de este primer Plan Decenal dieron al traste con la proliferación de escuelitas de patio hasta desaparecerlas.
La escuelita era una opción para adelantar la alfabetización antes de llegar al sistema formal de educación. Como se dijo arriba, los niños debían tener 6 años cumplidos para que el sistema formal los inscribiera en primero de la primaria. Porque en la época eran desconocidos los niveles de Párvulo, kindergarten o Preescolar.
El ingreso a la escuela antes de los 6 años, por derivación de lo anterior, se hacía innecesario. Porque los niveles Párvulo, kindergarten o Preescolar son los responsables de modelar las funciones motoras de los niños.
Aclaro que la palabra kindergarten significa en español: jardín de infancia, guardería o parvulario.
Las debilidades señaladas antes vienen a ser suplidas —en parte— por las escuelitas de patio. Y digo en parte porque estos centros informales sólo se ocupaban de ensenar a leer e inducir los comportamientos cívicos necesarios.
Los casos de escuelitas impulsadas por profesoras que tenían su plaza en el sistema formal de educación eran comunes. Las que tenían esta condición solían tener mayor clientela. Si. Porque luego estas maestras servían de garantía para que el niño fuera admitido en la escuela pública. Recuerde que estas eran pocas.
Había niñas, inclusive, que las inscribían en segundo o tercer grado de primaria debido a que la maestra de la escuelita las recomendaba. Lo que significa que de manera velada el sistema estatal las asumía como una opción válida.
Las escuelitas eran, además, el centro de entrenamientos para las profesoras en el arte de la pedagogía. Estas, no obstante, ya eran expertas en otro arte, en el arte y método conocido como la “pedagotabla”, consistente en lograr la atención del estudiante a golpe de regla. Las reglas de un metro las fabricaban de tablas de madera.
El doble pley se consumaba debido a que las profesoras se granjeaban —con la escuelita— un ingreso adicional al salario de miseria que recibían.
La escuelita tradicional caló tanto que, Freddy Beras Goico (1940-2010) escribió un libreto para una comedia que todavía hoy conserva vigencia. “La Escuelota”, es sin dudas, una comedia icónica, una sátira de la escuelita.
El tiempo impuso su paso infalible. El Plan Decenal, tras la eficiencia de una y otra versión, terminó integrando la función de las escuelitas al sistema formal de educación pública.
Pero como el reciclaje puede aplicarse a prácticas distintas, las escuelitas mutaron a la modalidad de Sala de Tareas. Se adaptaron para ofertar servicios a los estudiantes con problemas de retraso en el conocimiento.
El engaño ha existido siempre. Es una enfermedad familia de la cleptomanía. Por tanto, eran muchos los que enviaban sus hijos durante meses sin pagar un chele. Se las pasaban haciendo cuentos hasta que dejaban de enviar el muchachito.
Con todo y el engaño, las escuelitas resolvían una irresponsabilidad del gobierno. Enseñaban a los niños y garantizaban un paliativo a la economía hogareña.
Miguel Ángel Cid
Twitter: @miguelcid1
entar la participación de la comunidad en la gestión educativa
- Lograr que la educación reciba el 2% del PIB
Una observación somera a posteriori bastaría para saber que los propósitos propuestos —en su mayoría— se superaron con creces. Sólo la mezquindad no logra verlo.
Los resultados de este primer Plan Decenal dieron al traste con la proliferación de escuelitas de patio hasta desaparecerlas.
La escuelita era una opción para adelantar la alfabetización antes de llegar al sistema formal de educación. Como se dijo arriba, los niños debían tener 6 años cumplidos para que el sistema formal los inscribiera en primero de la primaria. Porque en la época eran desconocidos los niveles de Párvulo, kindergarten o Preescolar.
El ingreso a la escuela antes de los 6 años, por derivación de lo anterior, se hacía innecesario. Porque los niveles Párvulo, kindergarten o Preescolar son los responsables de modelar las funciones motoras de los niños.
Aclaro que la palabra kindergarten significa en español: jardín de infancia, guardería o parvulario.
Las debilidades señaladas antes vienen a ser suplidas —en parte— por las escuelitas de patio. Y digo en parte porque estos centros informales sólo se ocupaban de ensenar a leer e inducir los comportamientos cívicos necesarios.
Los casos de escuelitas impulsadas por profesoras que tenían su plaza en el sistema formal de educación eran comunes. Las que tenían esta condición solían tener mayor clientela. Si. Porque luego estas maestras servían de garantía para que el niño fuera admitido en la escuela pública. Recuerde que estas eran pocas.
Había niñas, inclusive, que las inscribían en segundo o tercer grado de primaria debido a que la maestra de la escuelita las recomendaba. Lo que significa que de manera velada el sistema estatal las asumía como una opción válida.
Las escuelitas eran, además, el centro de entrenamientos para las profesoras en el arte de la pedagogía. Estas, no obstante, ya eran expertas en otro arte, en el arte y método conocido como la “pedagotabla”, consistente en lograr la atención del estudiante a golpe de regla. Las reglas de un metro las fabricaban de tablas de madera.
El doble pley se consumaba debido a que las profesoras se granjeaban —con la escuelita— un ingreso adicional al salario de miseria que recibían.
La escuelita tradicional caló tanto que, Freddy Beras Goico (1940-2010) escribió un libreto para una comedia que todavía hoy conserva vigencia. “La Escuelota”, es sin dudas, una comedia icónica, una sátira de la escuelita.
El tiempo impuso su paso infalible. El Plan Decenal, tras la eficiencia de una y otra versión, terminó integrando la función de las escuelitas al sistema formal de educación pública.
Pero como el reciclaje puede aplicarse a prácticas distintas, las escuelitas mutaron a la modalidad de Sala de Tareas. Se adaptaron para ofertar servicios a los estudiantes con problemas de retraso en el conocimiento.
El engaño ha existido siempre. Es una enfermedad familia de la cleptomanía. Por tanto, eran muchos los que enviaban sus hijos durante meses sin pagar un chele. Se las pasaban haciendo cuentos hasta que dejaban de enviar el muchachito.
Con todo y el engaño, las escuelitas resolvían una irresponsabilidad del gobierno. Enseñaban a los niños y garantizaban un paliativo a la economía hogareña.
Miguel Ángel Cid
Twitter: @miguelcid1
Opinion
Abril y la primavera

« La primavera ha venido,
nadie sabe cómo ha sido…»
(Antonio Machado)
Primavera es la cara opuesta al otoño. El otoño es declinación, agotamiento, lo viejo, la ruta hacia el final.
La primavera es vigor, esplendor, florecimiento, desarrollo, flor que retoña, vida que comienza, juventud, ruta inexplorada, potencia vital.
Abril, por nacer casi a la par con la primavera, parece arrastrar muchos de los rasgos distintivos de esta venerada estación: potencia juvenil, frescura, lozanía, hermosura… Y al igual que la primavera abril entraña la idea de juventud: «Cumplió quince abriles», «Le celebraremos sus quince primaveras», suele afirmarse para referirse a la lozana y hermosa quinceañera nacida en un mes cualquiera del año.
Y hablar de abril es recordar, necesariamente, al afamado bardo sevillano, Antonio Machado (1875-1938), quien en líricos y sensibles versos modernistas supo cantarles al cuarto mes del año, así como a la primera estación, en muchas de sus famosas galerías poéticas y otros textos.
«La primavera ha venido/nadie sabe cómo ha sido…», se lee en su libro Nuevas canciones (1924). Y en una de sus galerías, acerca de esta estación poetiza Machado:
«La primavera besaba,
suavemente la arboleda,
y el verde nuevo brotaba,
como una verde humareda»
Y acerca del mes de abril, corazón de la primavera, así le canta el más joven miembro de la Generación del 98:
“Son de abril las aguas mil,
sopla el viento achubascado,
y entre nublado y nublado,
hay trozos de cielo añil»
«La lluvia iba pasando,
sobre el campo juvenil,
yo vi en las hojas temblando,
las frescas lluvias de abril»
Opinion
Un Momento – Esperanza nacida del Calvario

En la aridez, el desamparo y el dolor del Calvario nació la más grande esperanza de la humanidad. En ese momento de sufrimiento extremo, el Crucificado nos regaló a todos una nueva y eterna primavera de salvación.
A través de su sacrificio, Jesús transformó el sufrimiento en victoria, ofreciendo a la humanidad la oportunidad de redención y vida eterna. Su muerte en la cruz, lejos de ser un final, se convirtió en el principio de una esperanza que nunca muere, una esperanza que da fruto en cada corazón que se abre a su amor y misericordia.
Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.
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