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Opinion

Mi ventana óptica – Obediencia y sumisión

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Un fenómeno social que ha sido objeto de estudio durante décadas, desde los experimentos de Stanley Milgram, hasta las teorías de la psicología social, se ha demostrado que seres humanos tienden a seguir órdenes, a menudo, sin cuestionar el motivo de estas, si se apegan o no, a lo moral o a la lógica. En el presente trabajo nos proponemos explorar cómo somos sometidos a través de la obediencia sin razonarla y las implicaciones que esto tiene en nuestra cotidianidad, cuando degeneran en herramientas de dominación y rayan en la sumisión.

La obediencia se define como la acción de seguir instrucciones, pautas o normas impuestas por autoridades e instituciones, tanto, que en el pasado era obligatorio reverenciar a un templo al pasar por el frente, por eso, no es extraño que todavía veamos a quienes frente a una Iglesia se detengan a hincarse y persignarse.

Probablemente en este momento no sea obligatorio, pero en el pasado sí, que lo fue, para no ser etiquetado de “ateo” o enemigo de la “fe”, lo cual podemos atribuirlo a diversos factores, como la necesidad de pertenencia, el miedo a las consecuencias o la internalización de normas sociales como los ejemplos antes citados.

Desde una edad temprana, se nos enseña a respetar y a obedecer a figuras, estableciéndose un patrón de comportamiento que perdura en el tiempo, convertido en normas aceptadas, lo que aprovechan individuos para someter a quienes están bajo su tutela de la peor manera, esto es recurrente en lo religioso y laboral.

La figura autoridad, juega un papel crucial en ese fenómeno, o sea, la gente no puede obtemperar por convicción, sino, por temor, como el que “quiere al padre” no por amor, sino, por miedo al castigo. Cuando una persona percibe a alguien como autoridad, es probable que siga sus instrucciones sin cuestionar para evitar consecuencias adversas. Esto se observa en contextos tan variados como el ámbito educativo, militar o policial, en este último caso conocí de subalternos que se negaron a cumplir órdenes de dispararle a alguien, pero eso no abunda mucho por las reprimendas que se desprenden.

La presión social y el deseo de ser aceptado llevan al sometido a actuar en contra de sus principios, llegando a la obediencia ciega por carecer de un razonamiento crítico, sin detenerse a reflexionar sobre cómo quedarán marcados con sus acciones. Esto resulta peligroso, ya que, puede llevar a la perpetuación de injusticias y actos abominables haciendo cumplir deseos de la autoridad, que, aunque es quien da las órdenes, las consecuencias fatales recaen sobre quien las ejecuta. La historia está llena de ejemplos donde esto ha resultado en atrocidades, sobre todo, durante regímenes totalitarios, donde ciudadanos se dedican a perjudicar a su prójimo para estar bien con el sistema.

Eso se manifiesta en diversas formas, desde seguir normas sociales, hasta aceptar decisiones de líderes sin cuestionarlas, limitando nuestra capacidad de pensar y actuar libremente. La educación y promoción del pensamiento noble son esenciales para contrarrestar lo que a través de la obediencia nos lleva a la sumisión.

Aunque esto es parte intrínseca de la naturaleza humana, es fundamental cuestionar, razonar y sopesar las acciones. Solo así construiremos una sociedad justa y consciente, donde las decisiones se tomen usando el sentido común y no para satisfacer caprichos de alguien por su posición.

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