Opinion
Mi ventana óptica – El descalabro político
Lo que está a la vista, no necesita espejuelos, decían nuestros antepasados, lo relacionado al encabezado de este trabajo es palpable incluso, en naciones como USA, un fenómeno tan globalizado como el comercio mismo.
No es aislado, ni inevitable, es el resultado de errores acumulados, negligencias y desinterés por el bien común, sin embargo, representa una oportunidad de repensar el modo en que organizamos la sociedad y el papel que jugamos en la construcción del futuro, porque si algo queda claro es, que la democracia, aunque padece una enfermedad crónica, sigue siendo el mejor camino, pero requiere observación, participación y compromiso ciudadano.
En nuestros países, los estragos son devastadores, produciendo más injusticia y corrupción que bienestar, ejemplo, en la gestión de Abinader, los dominicanos hemos iniciado un retroceso generalizado estatal e institucionalmente y sólo esto explica su permanencia en el poder sin ningún aval que satisficiese al dominicano en su primer periodo.
Es comprensible, el sistema judicial proporcionado por la democracia exonera de castigo a quienes acumulan poder político, económico y social, donde los “expresidentes no se tocan” decretó Hipólito Mejía, o sea, estos pueden vender el país sin consecuencia alguna y está demostrado, porque tampoco esa justicia puede tocar a amigos de esas figuras, caso ¿Jet Set y otros?
El exmandatario Leonel Fernández, denunció durante la «farsa electoral», que lo pagado por adelantado de AERODOM fue usado para imponer la reelección presidencial, sume a esto, que ha tomado alrededor de 50 mil millones de dólares prestado, blindado por un sistema que le permite no explicar dónde y en qué se han invertido; y con tantos recursos a mano, pudo quedarse gobernando, mientras la oposición permaneció de brazos cruzados por complicidad o conveniencias.
El desgano de la población hizo su parte, decidió no votar, aunque así también decretaban la ilegitimidad, no sólo de un presidente abusador de los recursos públicos, sino, de esa democracia que estos han armado para empresarios y políticos repartirse la nación.
La abstención alcanzó niveles históricos desde la muerte de Trujillo, pues de 8, 145, 548 electores del padrón, sólo votó 4,428, 423, apenas el 54.37% de inscritos, casi un 46% se negó a sufragar.
Pero esa apatía electoral se expresó con mayor contundencia en la diáspora, donde más del 82% no votó, en USA y Canadá el 84%. En Panamá, Puerto Rico y Miami el 81 y 82 %. En Santiago, el 52%, seguido del Distrito Nacional con el 42%, ahí no ganó un presidente malo, sino, la abstención.
Hubo una protesta silenciosa, (los votos nulos), quizás, personas que fueron obligadas a ir a votar, porque vendieron el voto o por acuerdos soterrados de dirigentes que exigieron su presencia en la mesa y expresaron su inconformidad de esa manera.
Para sepultar eso, nos despiertan cada día nuevos escándalos, conociendo que somos una población distraída con cualquier nimiedad. Debe ser el primer gobierno que creando desconfianza, anarquía, crisis e inestabilidad gobierna “estable”.
Posiblemente no estemos ante el descalabro político, ni en el final de la política, sino, frente a una mutación inevitable de un modelo desfasado y corrompido donde el relevo no vendrá sólo desde las élites, sino, de una ciudadanía empoderada, conectada y exigente. Un futuro híbrido, más tecnológico, participativo y humano. La pregunta no es si el sistema cambiará, sino, cómo y quiénes lo rediseñarán.
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