Connect with us

Opinion

“Chofei, me deja ai doblai «

«En la zona cibaeña, al norte del país, se neutralizan con regularidad los fonemas consonánticos /l/ y /r/ y el fonema vocálico /i/ en posición final de sílaba… No obstante, se conserva la posibilidad articulatoria de pronunciar /l/ o /r/. De ahí las multiples ultracorrecciones del tipo “estor”, por estoy; “bol”, por  voy; “orgo”, por oigo; “estor”, por estoy…»

 

 (Max Jiménez Sabater)

Aquella mañana, la vieja » voladora » se desplazaba como víbora endiablada por las tarvias encendidas de la ciudad capital. Al llegar a la Kennedy con Tiradentes, el eco imperativo de una voz salida desde lo más profundo de la » cocina » o asientos traseros del chatárrico vehículo, se dejó escuchar con toda la fuerza de un grito desesperado:

– » Chofei, me deja ai doblai…”

Una irónica sonrisa se dibujó en los labios del sudoroso conductor. Y como si hubiera marcado el compás de inicio, un coro de incontenible y burlona carcajada quebró el silencio momentáneo que se produjo en el interior del recinto vehicular, al mismo tiempo que sus ocupantes repetían con el más sarcástico y mortificante de los acentos:

– “Chofei, me deja ai doblai… «

 Muy pronto la paciencia del viajante cibaeño llegó a su fin. Cuando se proponía descender para quedarse en el punto anunciado, se emburujó con el primer pasajero capitaleño que encontró a su paso y allí, dentro de la guagua, se originó un intercambio de puñetazos, los cuales, al rebotar entre cuerpo y cuerpo, producían un seco sonido igual al emanado del toque repiqueteado de la alegre  tambora quisqueyana.

El caso antes relatado  ocurrió  hace ya muchos años. Se trata de uno más de los tantos enfrentamientos lingüísticos que suceden entre hablantes de una misma comunidad linguística, en la que interactúan diversas variantes regionales, y en la que una de ellas, en términos normativos, se arroga el prestigio y la supremacía, adoptando, en consecuencia, una actitud de sanción y censura a cuantas prácticas de la lengua se aparten de sus habituales usos idiomáticos.

 Por esa razón, los hablantes nacidos o residentes en el Distrito Nacional, especialmente los de más bajo nivel de instrucción, se burlan y  gozan bastante  cuando escuchan a un cibaeño pronunciar la /i/ en lugar de la /r/ y la /l/ ; porque desde  su punto de vista o percepción metropolitana de la lengua, y tomando como ejemplo la frase que nos ocupa, lo  adecuado  hubiera sido  decir: » chofel me deja al doblá “, pero nunca:   » chofei, me deja ai doblai »

Obviamente que un  hablante del Cibao y de la capital que posea un mediano o elevado nivel de escolaridad jamás empleará una y otra formas dialectales, ya que una y otra se apartan por completo de la norma gramatical fijada académicamente. Y, por ende, al establecer relación entre una y otra variante, no es posible hablar de mayor o menor prestigio, por cuanto desde el punto de vista lingüístico nadie habla mejor ni peor, ni tampoco existen lenguas más prestigiosas que otras. Se trata, simplemente, de las diferentes posibilidades que ofrece la lengua a los usuarios, en esta oportunidad, de dos comunidades dialectales diferentes. Lo de bien y mal son simples valores o conceptos axiológicos  carentes por completo de fundamentación científica.

Los dominicanos se comunican e intercomprenden  a través de una de las modalidades del español de América  llamada español dominicano, modalidad conformada por un conjunto de rasgos o variantes que se distribuyen y practican en diferentes áreas dialectales, entre las que merecen citarse: el Cibao Interior y el sureste.

El Cibao Interior tiene como centro a  Santiago, Moca, La Vega, Salcedo y San Francisco de Macorís, y el fenómeno lingüístico que lo caracteriza se llama vocalización.  Se define esta  como la pronunciación de la /r/ y la /l/ como /i/, en posición   final de sílaba o de palabra: “cueipo”, “caima”, “pueita”, “aigo”, “mujei”.

El sureste, cuyo  centro se sitúa  en el Distrito Nacional, se distingue por la realización de la /r/ como / l/ , así como la elisión de la/ r/ final de los verbos en su forma infinitiva: “coltá”, “trabajá” “escondel”, “amol…”. Pero al considerar muchos   hablantes capitaleños, como los de casi todas las capitales del mundo, que su norma es la valedera o la que goza de tanta aceptación social como la académica, no resulta extraño que rechacen, estigmaticen y califiquen de incorrecta la vocalización cibaeña, y expresiones como: “chofei de me deja ai doblai…”, la sustituyan por otra no menos inaceptable desde el punto de vista preceptivo: “chofel de me deja al doblá…”.

  Y debido a lo fuertemente estigmatizado que se encuentra el fenómeno de la vocalización, tampoco constituye una sorpresa   que muchos nativos del Cibao, incurran en casos de ultracorrección, evitando así pronunciar las íes hasta en las sílabas en que realmente deben articularse, diciendo, por ejemplo, “acelte”, por aceite y “Licer”, por Licey. Esa conducta ultracorrecta puede apreciarse, igualmente, en la pintoresca y no menos graciosa descripción realizada en una ocasión por un preocupado hablante cibaeño: “Había gente de to lo lao, de la capitar, de Azua, de Jarna y der serbo”

O, para evitar comportamientos burlescos, terminen adoptando las formas correspondientes al dialecto capitaleño. De ahí que no dudamos que en una nueva experiencia, el cibaeño protagonista de nuestra historia, en lugar de su natural “chofei me deja ai doblai”, se pare en medio de minibús que lo transporta, para ordenar, a mandíbulas batientes:

“Chofel me deja al doblá”

Opinion

El Jet Set aplastó la bulla de Friusa

Acaso “los potros de bárbaros atilas” de César Vallejo, les declararon la guerra a los dominicanos. No, Atila no es cibaeño.  Es probable que la ofensiva venga de las legiones de “los heraldos negros que nos manda la Muerte”.

Hace unas pocas semanas el país fue martirizado con la supuesta amenaza de exterminio fraguada en Friusa. Los patrioteros marcharon en defensa de su identidad pura, buscaban muertos recién matados. No los encontraron.

El fracaso en Friusa los empujó a hacer nuevas convocatorias, Palacio de Gobierno una y la otra hasta Matamosquito, comunidad vecina de Friusa. Pero el desplome del techo de la discoteca Jet Set les aguó la fiesta.

Lo cierto es que, tanto el mito de Friusa como la tragedia del Jet Set son un aviso. Anuncian que la sociedad dominicana está hundida en un momento histórico-social donde los hechos, sean colectivos o individuales, se transforman en invisibles.

Por lo anterior, en un abrir y cerrar de ojos la realidad disfrazada de tragedia asomó la cabeza al través del desplome total del techo de la discoteca Jet Set. Ahora el llanto se expresa como reflejo de una irresponsabilidad inexpresable, imposible de ser confesada.

La confesión para los dominicanos, igual que en el cristianismo, se hace en secreto absoluto. La autocrítica, —tan recurrida por los marxistas del patio— ya ni siquiera en las reuniones secretas se menciona.

Aquí, todo sucede bajo el manto de la hipocresía, bajo la protección de autoridades gubernamentales, políticas, eclesiástica y de los líderes sociales en todos los estratos. Cada uno quiere proteger sus beneficios sin importar que eso aplaste a cientos, miles, millones… lo que importa es que yo siga gozando de mis privilegios.

Es por ello que, nadie vio —anterior a la catástrofe— las irregularidades que mostraba el edificio donde funcionaba la discoteca Jet Set. Nadie se percata de los vicios cometidos en la construcción de puentes, carreteras, escuelas, etc.

Nadie se da cuenta de las alteraciones en la fabricación de alimentos, de medicamentos, ni en la embotelladora de agua.  Nadie ha visto antes —ni lo verá mañana— los bolsillos de los funcionarios llenos de bote en bote. Funcionarios que ayer no tenían absolutamente nada.

Ante cada hecho deleznable o bochornoso, las masas —obedientes a las élites económicas, políticas y eclesiásticas— continuaran viendo para otro lado. Para que así sea ha bastado siempre con identificar dos o tres chivos expiatorios. Lo mismo que sucede ante cada cambio de gobierno.

Pan y circo, decía Roma. Pero al circo dominicano le darán el “pan que en la puerta del horno se (…) quema”.

¿Quién asegura que no pasará igual con la tragedia del Jet Set, que los casi doscientos cincuenta fallecidos sólo sirvan para alimentar el fenómeno mediático?

No. No se trata de sí el propietario del Jet Set es declarado culpable por un tribunal. No se trata de identificar funcionarios de este ni de gobiernos anteriores que fueran sobornados para hacerse de la vista gorda. No se trata de emprender una cacería de brujas sin alas ni aquelarre.

Lo importante en este caso es que, se establezcan los compromisos de todos los sectores que han propiciado estas irresponsabilidades históricamente. Que se establezcan o reconfirmen las reglas y controles necesarios para que jamás vuelvan a ocurrir hechos tan bochornosos como el del Jet Set.

Porque no son los desaprensivos de Friusa, no son los cientos de aplastados en el Jet Set. No. Estos son golpes repetitivos, son “Golpes como del odio de Dios (…) golpes (…) tan fuertes… ¡Yo no sé!”.

Pero evitar que la destrucción consciente y masiva de la vida humana se repita, no es tarea del gobierno.  Toca al país, representado en todos y cada uno de los sectores en que se estratifica la sociedad dominicana. A estos les corresponde ser vigías del respeto a las reglas del juego.

Les toca, ser garantes de la aplicación —tan rígida como flexible— de las leyes reguladoras. Que nadie se quede viendo para otro lado. Que nadie se quede sin exigir lo que le toca hacer a cada quien.

Porque de lo contrario, habrá que pedir, con Joan Manuel Serrat, “una escalera / para subir al madero / para quitarle los clavos / a Jesús el Nazareno”.

Nota:

Las comillas corresponden, primero a Los heraldos negros del poeta peruano César Vallejo. Segundo, canción La saeta de Joan Manuel Serrat.

Miguel Ángel Cid

cidbelie29@gmail.com 

Twitter: @miguelcid1

Sigue leyendo

Opinion

De los héroes a los empleados sin nombres

En relación con el trágico caso de la Discoteca Jet Set, valdría preguntarse: ¿Ningún empleado de esta institución murió, salió herido, o solo fallecieron o resultaron lesionados los clientes, en su mayoría de privilegiados niveles socioeconómicos, que allí estaban presentes?

Un parqueador que en el referido centro de diversión trabajaba declaró a la prensa que la noche del trágico suceso se encontraban laborando aproximadamente doce empleados. Y merced a esta confesión, de nuevo vale preguntar: «¿Tuvieron esos humildes servidores la dicha o suerte de que ni uno solo de los mortales escombros rozara, impactara o sepultura sus cuerpos?

Esto último parece ser así, pues de ellos nada dicen las crónicas periodísticas. Contrario a la magna atención o amplia cobertura que se les ha dado a las víctimas con rangos, fama y apellidos, de los “empleados sin nombres”, nadie sabe qué les sucedió a los camareros, sonidistas, conserjes, portero, etc. En fin, todos ignoramos el destino de esos anónimos servidores, sin cuyos cotidianos ajetreos laborales, posiblemente el emblemático centro de esparcimiento no hubiera alcanzado la fama que durante más de cincuenta años mantuvo.

Pero a pesar de tan indiscutible realidad, a la prensa dominicana, conformada por reporteros que en su mayoría proceden de los estratos más empobrecidos de nuestra sociedad, el destino final de sus iguales trabajadores o de esos seres desclasados, es muy poco, al parecer, lo que parece importarle.

Cada muerto o cada herido, víctima del derrumbe sorpresivo del techo de la ya referida discoteca, a todos los dominicanos, emocionalmente, nos ha golpeado profundamente. A todos nos causado una lacerante angustia y un intenso dolor, independientemente de que ningún pariente o relacionado nuestro haya sido o no afectado. Y es que todos los allí presentes, sin importar rangos o niveles socioeconómicos, eran personas nobles, trabajadoras productivas y poseedora de una bien lograda imagen social, libre de toda duda o discusión. Y como tal perfil era común a todos, entiendo que todos debieron recibir el mismo tratamiento en términos de cobertura.

 Ante semejante indiferencia, clasista y excluyente conducta, a la pantalla de mi memoria saltan a la vista los clásicos versos del poema «A los héroes sin nombre», del laureado, petromacorisano y llamado «Poeta de los humildes», Federico Bermúdez (1884 -1931):

A LOS HÉROES SIN NOMBRE

Vosotros, los humildes, los del montón salidos,

heroicos defensores de nuestra libertad,

que en el desfiladero o en la llanura agreste

cumplisteis la orden brava de vuestro capitán.

 

vosotros, que con sangre de vuestras propias venas,

por defender la patria manchasteis la heredad,

hallasteis en la lucha la muerte y el olvido:

la gloria fue, absoluta, de vuestro capitán.

 

Cuando el cortante acero del enemigo bando

cebó su torpe furia en vuestra humanidad,

y fuisteis el propicio legado de la tumba,

sin una cruz piadosa ni un ramo funeral,

también a vuestros nombres cubrió el eterno olvido:

¡tal sólo se oyó el nombre de vuestro capitán!

 

Y ya, cuando a la cumbre de la soñada gloria

subió la patria ilustre que fue vuestro ideal,

en áureos caracteres la historia un homenaje

rindió a la espada heroica de vuestro capitán.

 

Dormidos a la sombra del árbol del olvido,

¡quién sabe en dónde el resto de vuestro ser está!,

vosotros, los humildes, los del montón salidos,

sois parias; en la liza, con sangre fecundáis

el árbol de la fama que da las verdes hojas

para adornar la frente de vuestro capitán…

 

 

 

Vosotros, los humildes, los del montón salidos,

heroicos defensores de nuestra libertad,

que en el desfiladero o en la llanura agreste

cumplisteis la orden brava de vuestro capitán»

 

(FEDERICO BERMÚDEZ)

Sigue leyendo

Opinion

cultura viva – El Cristo de Dalí

El tema de hoy es para recordar el famoso cuadro “Cristo de San Juan de la Cruz” pintado en 1951 por el genio y artista  español Salvador Dalí (1904-1989), considerado como uno de los más sobresalientes  exponentes del surrealismo del siglo XX. En vez llamar esa pintura “Jesús  crucificado”,  Dalí prefirió titularlo San Juan de la Cruz, según dijo, porque se inspiró en un dibujo del místico, conservado en el convento de la Encarnación de Ávila (España). Otro elemento de la vida real incluido, en la obra se observa en la parte inferior, es el paisaje apacible de la bahía Port Lligat, lugar conocido internacionalmente por ser la residencia y  posteriormente la Casa Museo Salvador Dalí.

Dalí explicó esa pintura con las siguientes palabras: “Mi ambición estética en ese cuadro era a la contraria de todos los Cristos pintados por la mayoría de los pintores modernos, que lo interpretaron en el sentido expresio­nista y contorsionista, provo­cando la emoción, por medio de la fealdad. Mi principal preocupación era pintar a un Cristo bello como el mismo Dios que él encarna”.

Dos  motivos me animan en presentar esta extraordinaria obra de arte con sus valores en sí misma. La otra, es por considerarla muy adecuada por el mensaje que transmite en esta época del año.

Sigue leyendo

Trending

Copyright © 2025 supertv