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Opinion

¡El laberinto del Fauno!

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Ofelia es una niña que, en 1944, huyendo de la brutalidad de la postguerra española, encuentra en un mágico laberinto, refugio a su realidad. Un fauno, “semidios” de su entorno natural, le revela que es la princesa de un reino subterráneo, pero para poder volver a sus dominios, debiera superar tres pruebas.

Son mitologías con las cuales, el cineasta Guillermo del Toro, nos condujo por una historia recreada en la postguerra española. Un guion creativo que nos invita a superar una situación adversa transitando caminos espinosos. Con el compromiso de observar reglas de vida, que parecen fáciles de cumplir o violar. Es casi la misma situación que en vida trascendió, Jesús de Nazaret.

Advertí sobre gárgolos que profanaban templos. Pronostiqué el castigo eterno del “Tonel de las Danaides”, princesas condenadas a llenar un barril sin fondo. Subrayé que el templo estaba en manos de Lutero. Publiqué que la obra de Santo Tomás de Aquino “Los Siete Pecados Capitales” había sido reescrita. Hoy, todo está consumado. La solución es asumir que transitamos en el laberinto del Fauno.

Hoy, una pequeña fracción de la élite de la nación y de Santiago, de procederes «oligofrénicos», debieran al menos, honrar a sus padres, y transitar por los caminos penitentes impuestos por el Fauno. Águilas Cibaeñas y Plan Estratégico son marcas territoriales. Templos institucionales, que debemos proteger entre todos.

Oligofrenia, es un término médico. Se refiere a una condición caracterizada por limitaciones significativas tanto en capacidad intelectual y comportamiento adaptativo. Se manifiesta por poseer escasas habilidades conceptuales, resolu­ti­vas y humanas.

Diversos personajes debieran retirarse de la vida pública. Exilarse al desierto en oración. Salir de los escenarios. Permitir que empresarios, dirigentes sociales y más mujeres con academia, estudios y éxitos, asuman el nuevo liderazgo que demanda la Nación. Especialmente, en el mejor mo­men­to de inversión pública y privada.

El control del placer y la avaricia según Epicuro se logran si «sabemos disfrutar nuestros bienes”. Sirve de poco poseer riquezas, si no somos capaces de ser más felices y llevar alegría a otros.

Sólo resta el desierto y el laberinto del Fauno, para esos que debieran salir del desorden en que se encuentran. Los que pretendieron ascender del averno, para codearse en la vida terrenal, con auténticos descendientes de generaciones de padres laboriosos y solidarios.

Esos buenos dominicanos y santiagueros cuya reputación es el trabajo. Con respon­sa­bilidades y riquezas basadas en una familia unida. Que se dedican a la paz, al compromiso social y la gestión inteligente del bien común.

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