Opinion

Víctimas, las llevan pesada

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Hace más de un año, escribimos un escrito, en el Semanario Camino, titulado, “Como no dar gracias”, en el mismo tratábamos, no solamente el hecho de sicariato a nuestra persona, sino la de un abogado, que fue asesinado en la Ciénaga para ese momento. En el mismo, indicábamos por qué no dar gracias, cuando uno es de los pocos afortunados que en esta ciudad han salido con vida dentro del marco de la cantidad de hechos de esta naturaleza que se han ejecutado en los últimos diez a quince años y también la señora, Miguelina Llaverías.

En dicho artículo, entre otras cosas, expresábamos, lo siguiente:

“Hace poco se dio a conocer en las noticias que aquí en Santiago, se había ­realizado otro sicariato en contra de un abogado y que el mismo había sido ­asesinado de múltiples disparos que impactaron en el cristal del conductor, mientras se desplazaba por la carretera de la Ciénaga”.

“Se había también dado a conocer que la víctima había llegado con vida al centro clínico donde fue llevado, que según nos indicaron, había sido a la Clínica Corominas, lamentablemente, no sobrevivió”.

“Tan pronto vimos los detalles del suceso mencionado, hicimos una retros­pectiva de lo que nos había ocurrido hace ya catorce años, un dos de junio del 2010. Con las mismas especificaciones, disparos impactados en el cristal del conductor y dos de estos uno debajo del otro, dando muestras que quien disparó fue un profesional, o sea, los tiros no fueron hechos al azar ni por un aparecido”.

“En el caso de quien escribe, los tiros fueron realizados por un policía. Y en el hecho del atentado participaron al menos dos más, de los que pudieron ser probados”.

“Una vez pudimos lograr ser sacados del vehículo fuimos conducidos también a la Clínica Corominas donde todo el tiempo estuvimos concientes hasta pasado un tiempo de cerca de una y media hora.  Y gracias a Dios y a los médicos, hoy podemos contarlo y dar testimonio de ello. Pero, todo el que ve el cristal y la dirección y donde impactaron las balas, están concientes que estamos hoy respirando, por un verdadero milagro del Altísimo”.

Hace poco, quien escribe y la señora Miguelina Llaverías, estuvimos ante el Juez de Ejecución de la Pena de San Cristóbal, zona que ha sido al parecer considerada por los imputados, como “garantista” a favor de éstos últimos en detrimento de las víctimas.

Ambos comparecimos porque uno de los imputados, Engels Carela Castro, del caso de ella y de quien escribe, había participado o involucrado en ambos hechos por sicariato, hoy busca su libertad condicional, porque se entiende que está arrepentido y desea salir antes de cumplir la condena, al igual que Roberto Zabala, un expolicía. Expusimos ante la magistrada de turno, motivando el por qué no otorgarle tal pedimento y gracias a Dios, rechazó la petición, que esta sería la tercera que le rechazan.

Sin embargo, acaba de someter una apelación ante la Corte de esa Jurisdicción. A pesar de que es reincidente en sus hechos, busca fundamentar su nueva petición en que hubo una magistrada del Tribunal Constitucional, que siendo disidente de una sentencia en la que los demás magistrados estuvieron de acuerdo en aceptar que ningún imputado que sea reincidente, pueda otorgársele la Condicional. Esta hoy abogada, ayer magistrada, entiende que ese articulado de la normativa, es inconstitucional porque le cierra la posibilidad de que la reeducación tenga efecto en los imputados.

Hemos comparecido en los últimos tres años, una doce ocasiones a San Cristóbal para evitar que los dos imputados que están recluidos en esa Jurisdicción logren sus objetivos, y lo seguiremos haciendo, porque de alguna mane­ra debe enviarse a ciertos juzgadores y miembros de la sociedad dominicana, que las víctimas de hechos sangrientos que logran sobrevivir, fruto de esas acciones sus vidas les cambió por siempre y tendrán que vivir con eso, entonces, por qué razón, ese tipo de imputados que llevaron a cabo acciones criminales graves, no pueden o deben cumplir su pena completa, como una forma de llevar un gran mensaje al conglomerado social que hoy es aún más atacada por el fenómeno del sicariato.

Además, no es justo, que las que han sido lesionadas, tengan que durar cinco o seis años en un proceso tortuoso para lograr justicia y que a los pocos años ya tengan que estar nueva vez, evitando que sus verdugos, armen, de cuántos cursos o lecciones hayan aprendido en la prisión, obtengan antes de tiempo, su libertad. De alguna manera, a los que se les hace difícil comprender esto, no han pasado en su propia piel o de algún familiar, el hecho de haber sufrido de ataques contra su vida y lograr sobrevivir para contarlo como ahora. Las víctimas, en este sistema, las llevan pesada.

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