El magnicidio de presidentes haitianos, nace con la fundación del país, una de las causas que lo aísla del mundo civilizado, con el cual no pretenden convivir. Como feudo cualquiera, desde su “independencia”, en 1804, una cúpula corrupta lo maneja, permitiendo se haga sólo lo de su conveniencia.
Sylvain Salnave, 1870, Dessalines, 1906, Cincinnatus Leconte, 1912, y Vilbrun Guillaume 1915, antecedieron a Moise. Guillaume, salió huyendo, se auxilió en la embajada de Francia, hasta donde llegó una turba, lo sacó, mató con palos y piedras, y arrastraron su cuerpo por las calles hasta despedazarlo.
Jovenel, sin conocer asuntos de Estado, ni experiencia política, quiso gobernar una de las naciones más pobres del mundo, precisamente, porque ese sector se beneficia de sus vicisitudes; y difícilmente, sea el último gobernante asesinado por tan perversa oligarquía, que no le interesa la paz y bienestar de los ciudadanos, nación, que sólo logra cierta estabilidad, gobernándolo dictadores como los Duvalier. Una muerte anunciada, el 13 de febrero, el malogrado mandatario, reveló al diario, el País, de España, que sectores oligárquicos planeaban matarlo.
Acusó, a los que siempre han puesto y quitado gobiernos allí, pero eso no detuvo los planes magnicidas de estos inadaptados, quienes nunca han sufrido consecuencias, porque las potencias se muestran indiferentes al tema haitiano.
Ahora, usan como chivos expiatorios a colombianos, que una empresa contrató para brindar servicios de seguridad en esa selva, dominada por criminales, que ni la vida de la pareja presidencial está garantizada en su domicilio y menos en esas calles infernales.
El exministro, Claude Joseph, tiene mucho qué aclarar sobre su asesinato, pues este fue destituido por él, y se autoproclamó presidente inmediatamente, limitándose sólo a responsabilizar a un comando de lo sucedido, sin pedir explicación a la seguridad del ejecutivo.
Dijo tener todo controlado, pero no aclaró, cómo los complotados entraron a la casa presidencial, sin encontrar resistencia alguna, matan al presidente, hieren gravemente su esposa, que todavía se recupera en un hospital de Miami. Pero también llama a sospecha, la “Inteligencia Haitiana”, 17 horas después localizó, mató y apresó a “magnicidas”, como que el ¿Muerto no habla?
Eso hace pensar, «los colombianos fueron llamados a la escena» como una emboscada de los asesinos reales para incriminarlos. Nadie cree, que miembros de un comando contratado para eliminarlo, luego de cumplir la misión, se quedaría ahí hasta que los apresan, sólo le daría crédito a esa versión, alguien sin ningún discernimiento, y todo conduce a que la seguridad haitiana fue quien lo mató.
Estamos frente a un Estado fallido, con surgimiento de ejércitos irregulares, al estilo Somalia, con grupos de sicarios, obligando a la población a huir despavorida, lo que debe mantener en alerta a La República Dominicana. ¿Qué espera la comunidad internacional, para buscarle una salida definitiva a un conglomerado, que no pretende adaptarse al lugar que ellos no escogieron para vivir? No creo, que USA, siga botando recursos, buscando “estabilizar” una sociedad que intereses particulares desestabilizan por conveniencia.
Insisto, debe analizarse la propuesta del expresidente de Senegal, Abdoulaye Wade, cuando el terremoto de 2010, que propuso, esos habitantes fueran retornados a su habitad natural, África, cuya nación, tiene deuda impagable con sus connacionales. Está claro, ese Haití magnicida, en este rincón de la Hispaniola, no tiene espacio, ni condiciones para desarrollarse dignamente y pone en riesgo la tranquilidad del Caribe.
