Esa actitud es correcta, pero como todo en la vida puede haber sus excepciones y quiera Dios que en esta oportunidad sea una de ellas, con la tormenta Isaías. Por demás, tiene el nombre de un profeta.
En esta ocasión no es un huracán, sus vientos no llegan a esa categoría y por tanto, los efectos de los vientos deben ser moderados, siempre y cuando adoptemos las precauciones de lugar.
Pero lo que sí es innegable, es la gran cantidad de lluvias que deja ese meteoro, aunque no llegue a la categoría de huracán, pero precisamente eso es lo que más necesitamos los dominicanos en este momento.
Esas lluvias son un golpe duro a la sequia imperante y por tanto una bendición para nuestra producción agropecuaria, la foresta y en especial, para mejorar los caudales de ríos y embalses.
En esa perspectiva, lo que en oportunidades anteriores fue una tragedia en esta coyuntura podemos sacarle provecho, y al final decir que la tormenta fue más para bien que para mal.