Hace varios meses que aquí no se da sepultura a una persona mayor, todos han sido jóvenes. Así lo expresaba el encargado de un cementerio del Cibao. Es que para muchos jóvenes la vida no vale nada, o poca cosa. La arriesgan hasta el extremo.
Solo tenemos que observar las crecientes carreras en motocicletas y pasolas que se realizan en diversos puntos del país.
Las autopistas, carreteras y hasta caminos vecinales son los escenarios de estas competencias que se han convertido en verdaderos actos suicidas. Es la expresión más contundente del desprecio a la vida.
El dinero que se mueve en este entramado de muerte es cuantioso. En estas competencias se apuestan cifras exorbitantes, algunas pasan del medio millón de pesos.
Los llamados “pilotos”, que son jóvenes entre 14 y 20 años de edad, que conducen las motocicletas lo a-rriesgan todo para llegar a la distancia establecida y ser los triunfadores.
Para ser ganadores se acuestan en el motor, van planchados como ellos llaman, llevan poca ropa, casi desnudos para que la brisa no le reste velocidad. Van indefensos y sin ningún tipo de protección. Es como llegar al encuentro más cercano con la muerte.
Muchos ya han fallecido y también han provocado que ciudadanos que van transitando por las aceras, corran la misma suerte.
En el año 2019, de dos mil noventa y cinco personas que fallecieron en accidentes de tránsito el 64% de ellas conducían una motocicleta.