Que Santo Domingo, con una inclinación tan privilegiada con relación al nivel del mar se inunde a esos niveles, poniendo en riesgo la existencia de la gente, es otro revelador ejemplo, del poco respeto que sienten los políticos por la ciudadanía.
Deja al desnudo, las debilidades de un sistema que apuesta a la improvisación, consecuencias que luego debe pagar la población, como acabamos de ver con las torrenciales lluvias caídas sobre la capital dominicana recientemente.
Un insólito fenómeno, que acabó con aproximadamente una decena de personas, porque sus calles y avenidas fueron convertidas en ríos caudalosos, con la fuerza y furia para arrastrar todo lo que encontró a sus pasos, incluyendo autos y hasta furgones como se pudo observar en videos de las redes sociales.
Si vehículos flotaban como carritos de juguete, ni hablar, tratándose de ciudadanos, que por diferentes razones fueron sorprendidos por el diluvio, porque al parecer, el Estado no suministró informaciones que alertaran a la gente, dicen, que por carecer Meteorología de un radar.
Una información extraña, pues desde Miami, existe un sistema de monitoreo, que advierte a toda Latinoamérica de movimientos y peligrosidad de dichos fenómenos, que de la autoridad haberle dado seguimiento, quizás tantas vidas no se hubiesen perdido.
Luego del desastre, vinieron explicaciones, donde cada quien busca culpar al otro, sin que con eso les vayan a curar el dolor a quienes perdieron sus seres queridos. un tema patético al de la inmigración haitiana, en que los políticos se acusan entre sí del problema, sin admitir sus responsabilidades.
Estamos convencidos, de que las alcaldías manejan el presupuesto a su discreción y lo gastan en proselitismo político, mientras descuidan prioridades esenciales, como el drenaje pluvia y sanitario, para evitar inundaciones con cualquier simple lluvia.
Eso unido, al comportamiento primitivo de desaprensivos, que esperan las lluvias para lanzar basura y desechos sólidos a la corriente de agua, como si no tuvieran la capacidad de pensar que ese es un acto doblemente criminal, porque genera contaminación ambiental, enfermedades a la población, y peor, que tapando esas redes pluviales provocan catástrofes como la sufrida el pasado 4 de noviembre.
Expertos en el asunto coinciden, en que las inundaciones se produjeron por falta de limpieza y mantenimiento a los drenajes. No sería justo culpar a la alcaldesa Carolina Mejía, porque es un problema viejo, aunque tampoco ella está libre de culpas.
La población tiene que empoderarse, para impedir que los fondos públicos sean desviados de los fines para los cuales son estipulados en un presupuesto, el escándalo generado en el Ministerio de Educación, por el mal manejo del 4% para Educación debe hacernos reflexionar y demandar castigos a los culpables.
Porque nada diferente hacen encargados de los ayuntamientos, que acuerdan partidas presupuestarias, para luego emplearlas en otras cosas. Para colmo, los políticos no tienen diferencias ideológicas y son todos amigos.
Aplicando aquello de que, entre bomberos, no se pisan la manguera, cubriéndose unos a otros, y sólo cuando surgen eventos como lo vivido con las lluvias y sus inundaciones, salen a buscar culpables, que al final nadie resulta ser.
Esta tormenta reveladora, a pesar del dolor y destrucción ocasionado, dice lo mal que manejan los oficiales los recursos que ponemos en sus manos. Que el Estado, sigue demandando de mayor transparencia por parte de los funcionarios.
Alejandro Almánzar
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