Los ganaderos de la Línea noroeste elucubrarán cada noche sobre cuál será la nueva víctima al día siguiente. A quién de ellos habrá seleccionado la mafia que roba ganados sembrando el terror en familias indefensas y desprotegidas por el Estado.
Grupos que operan más organizados que la autoridad, para ir seguros a dar el zarpazo cuando se les antoja, lo que resulta difícil de aceptar la idea de que estos no tengan una dimensión más allá de la intención de robar reses.
Cuyos hechos, que vienen desde mediado del siglo XX, que incluso, justificaron la ira de Trujillo y la masacre de 1937 contra haitianos, por los cuales, el dictador acordó pagar al presidente haitiano Sténio Vincent, 750,000 dólares.
Fue el grito de los terratenientes de la Línea, que desató su furia contra los del vecino país, donde supuestamente más de 10 mil murieron y que el régimen pagaría a menos de 70 dólares por cada uno, aunque se dice este sólo recompensó a algo más de 2 mil quinientas familias.
Pero el tema sigue siendo complejo aun, porque si la justicia hubiese indagado algo más, se encontraría con que los vecinos del lado no estaban solos en esas andanzas delincuenciales, que tenían a dominicanos de cerebros para operar.
Lo cual empeora, pues todavía no se cumple un año de la masacre contra el ganadero Juan José Soto, tío del exministro de las Fuerzas Armadas, Soto Jiménez, donde murió junto a un empleado y una señora que los acompañaba, para estos ejecutar un cuádruple asesinato contra personas indefensas.
Pero, aun así, nos dicen que estos hechos sólo involucran a haitianos, que entran como perros por sus casas ante la inoperancia de quienes tienen el mandato constitucional de preservar la seguridad del ciudadano.
Y con lo amenazada que están las fronteras hoy, con grupos de sicarios obrando desde la oscuridad, tampoco descartemos La República Dominicana viva un episodio de magnicidio también. Me revelaba un ganadero maeño, que esas bandas eran dirigidas por criollos que usaban a haitianos para hacer los robos.
Creía, que los extranjeros sólo hacían el trabajo sucio a cambio de una migaja que les dan quienes los contratan, tampoco dudaba que participaran ganaderos rivales para quedarse solos con el mercado de la leche, carne y pieles.
De ese encuentro debe hacer algunos 30 años y ahora vemos que esto en lugar de haberse controlado, el problema se agrava, mientras dicen vivir «desarticulando bandas de cuatreros” para calmar a la población.
Todo el que conoce del maridaje en que se desenvuelven dominicanos y haitianos en esa frontera, sabe de lo que hablaba el citado hacendado. Lo que difícilmente pueda ser solucionado hasta tanto sólo se quiera culpar a una parte, dejando fuera a los principales responsables.
Cuando deberían investigar la participación de civiles, militares y funcionarios municipales, en un negocio que envuelve millones de pesos. Y sí, realmente fueran los haitianos solos que cometen estos hechos, es admitir que quienes están para cuidar la frontera están en otra cosa.
Como decirnos, que la ciudadanía está a meced de bandas criminales, que pueden entrar y sembrar el terror entre moradores de las zonas limítrofes en un país sin autoridad, condenándolos a irse a dormir pensando cuál será el próximo de la lista en ser asesinado junto a los suyos, están llevando el país a la destrucción como Haití.
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