Nuestro país sigue siendo especial, tanto, que en algo más de 48 mil kilómetros cuadrados, personas, desaparecen sin dejar rastro que lleve a familiares a entender qué pasó.
Innumerables son los desaparecidos, pero hay tres, que mueven al desvelo social, Liz María Sánchez, Kendry Alcántara y Luis Peña Valdez, porque los dos primeros, pudiera tratarse del tráfico de órganos humanos.
Pero el de Luis, atormenta mas, pues estamos frente a un acto abominable, contra alguien, a quien el Estado y las instituciones les vulneraron todo derecho que pueda proporcionarnos el nacimiento, al que hasta un registro legal le negaron.
Cuando tenía 43 años, albañil de profesión, trabajaba para un ingeniero en Monte Plata, salió un día a cobrarle 35 mil pesos que le adeudaba, y éste, le pagó con llamarle la policía, que lo llevó al destacamento y de allí a la cárcel la Victoria, donde pasó 12 años secuestrado, sin cometer un delito y careciendo de documentos personales, lo sepultaron en vida, sin un registro judicial.
Una trama como para película, pues la Comisión de los Derechos Humanos lo contactó y logró sacarlo del encierro, pero desde entonces, nadie sabe del paradero de una persona, que la sociedad reclama sanciones e indemnización económica en contra de los abusadores que les ultrajaron su dignidad.
Liz María, de 9 años, cuando el país aplaudía la juramentación del presidente Abinader, el 16 de agosto, de 2020, como a las 11:00 de la mañana, se vistió y salió a casa de un vecino, quien luego fue visto salir en una motocicleta, con un canasto detrás y un bulto, que se presume, eran los despojos de la pequeña.
La marcha del tiempo sólo ha aumentado el dolor en dicha familia, que el próximo 16 de agosto, cumplirá 730 días, sin saber de ella, sólo lo que dice su verdugo. El mas reciente es Kendry Alcántara, de 4 años, San Juan de la Maguana, el pasado 4 de abril, la familia perdió el rastro del menor, teniendo como respuesta el silencio de las autoridades.
Narciso Gonzales, profesor universitario, lleva más de dos décadas sin saberse el paradero, tal si se lo tragó la tierra. A la larga lista de borrados del mapa, se sumó Alexander Sang, quien el 16 de mayo, del presente año, salió de casa, dejando una familia con miles de interrogantes y sin respuesta.
¿Cómo, en un país pequeño, desaparecen personas, sin ser ubicados por la autoridad? La República Dominicana solidaria y apegada a sus seres queridos, parece haber desaparecido también, teniendo que vivir con quienes el dolor ajeno no les desvela.
Cuando alguien muere, ya sabemos la suerte que corrió, el dolor es sólo por haberlo perdido, pero el devenir de los días nos desapega y volvemos a la normalidad, aunque extrañándole, pero dejar de ver a alguien desconociendo su final, es vivir la peor tortura.
Hace mucho, leí la historia de dos amigos que, por años, compartieron la vecindad en un edificio de New York, se divertían juntos, un día, uno de ellos salió al extranjero y al regresar, como de costumbre, fue a visitar su “conocido” y resultó, en que ese, con quien compartió tanto tiempo nunca había existido, tampoco la dirección donde tantas veces lo visitó. Unos dicen, es fábula y otros, que es de la vida real. ¡Deduzca usted!
Alejandro Almánzar
Twitter, @alexalma09