A Balaguer, discípulo aventajado de Maquiavelo, escuchamos decir por primera vez, “la Constitución es un pedazo de papel”, parafraseando a Ferdinand Lassalle, quien propugnaba por constituciones que permitieran ser adaptadas a los nuevos tiempos.
El jurisconsulto, reprochaba la idea de su rigidez, bajo el entendido de que, si todo cambia, estas no podían ser la excepción; hasta aquí, justificaríamos el afán de gobernantes nuestros que esgrimen cualquier argumento para modificar la Ley Sustantiva.
Pero (Lassal o Lassalle) dejó claro, que ésta representa el pacto jurídico, entre el monarca y el pueblo, mediante el cual se fijan principios fundamentales de las leyes y el gobierno, para poner límites a la autoridad y garantizar un sistema republicano.
Pero en ningún caso, él estableció que, en La República Dominicana, cada gobernante tenía derecho de hacerse un traje a la medida con la Constitución. Santana, Báez, Lilis, Horacio, Trujillo, Balaguer, Bosch, Hipólito, Leonel, Danilo y ahora Abinader, todos han usado el voto del soberano para hacer de ella una complicidad de Estado.
No sé, si se escapó algún otro mandatario que hiciera lo mismo, pero lo que recuerdo es, que sólo don Antonio y Salvador, no decidieron tocarla, porque hasta Peña Gómez, sin ser presidente, logró forzar su modificación en 1994, para obligar a Balaguer a abandonar sus aspiraciones continuistas.
En 177 años de vida republicana, ha sido cambiada en 39 veces, como si se tratara de un instrumento para el juego de intereses políticos, mientras el actual jefe de Estado persigue su enmienda número 40, y eso debe parar de una vez y por toda, si queremos preservar el legado de aquellos prohombres.
Su propuesta “persigue garantizar la independencia del Ministerio Público”, algo que ya está establecido en su Artículo 170, y la gente teme, con esto se quiera blindar constitucionalmente a empresarios de las AFP, para dejar a los trabajadores con las manos vacías, otros creen, están buscando quitarle más legitimidad al sistema electoral, bajando el % para ganar.
Aunque no está estipulado social, ni políticamente, los Estados están diseñados para estadistas, personas conocedoras de su conformación. Resulta peligroso, que alguien gobierne un país, sin conocer asuntos tan elementales como lo establecido en su Carta Magna, debemos dejar bien claro, que las conquistas democráticas no son negociables.
En estos paisitos bananeros, de sistemas presidencialistas, quienes gobiernan se erigen en trogloditas, capaces de limitar los derechos de los ciudadanos para abusar del cargo. Ojalá, no suceda igual con Luis Rodolfo, porque en tiempos de la internet y redes sociales, los pueblos ya no perdonan que una sociedad se maneje debilitando la ya menguada institucionalidad.
El mandatario sostuvo, que “en el dialogo propuesto no aceptará cambios en la elección presidencial”, como si tampoco supiera, que cuando ese proyecto llega a la Asamblea Conjunta, legisladores que no representan al pueblo, hacen lo que les da la gana y nadie podría evitarlo.
Si todo el que viene al trono, llega con la idea de hacer una Constitución a su manera, estamos en el peor dilema, así no pasaremos de ser el proyecto de nación soñado por Duarte y los Trinitarios. Lassalle, en su cátedra constitucional, no plantea que esta debe ser tan frágil, que cualquiera pueda manipularla para ponerla a su merced, en lugar de responder al interés general, garantizando la convivencia pacífica entre los que componen esa nación.
Twitter, @alexalma09