Por José -Chelo Gaspar- Nicolás
Los comunicadores David Lantigua y Roberto Tineo tienen en marcha una campaña de descrédito en contra de la licenciada Rosa Santos, gobernadora provincial de Santiago. Los insultos y epítetos soeces son impropios para un medio de comunicación que se respete, menos si se trata de una señora respetable.
Las denuncias surten efecto cuando se tienen las pruebas a mano. En ese caso lo propio seria hacer la denuncia y de inmediato interponer una querella ante un tribunal. En caso que los reporteros televisivos puedan demostrar la corrupción que endilgan a la gobernadora Santos, ¿qué están esperando para incoar la demanda?
No obstante, es injusto que el porte de una licencia de hablar por un micrófono convierta a una persona en juez para condenar.
Rosa Santos, por derivación le toca defenderse de las imputaciones contra ella. Ya lo dijo Leonardo Da Vinci, “Nada fortalece más la autoridad que el silencio”. Robert Greene, por el contrario, en Las 48 Leyes del Poder, dice “… todo funcionario debe defender su prestigio hasta con la muerte de ser necesario”. (Ley No.5).
¿Cuál de las dos guías acoger como sustento? Corresponde a la Señora Gobernadora la decisión de guardar silencio o defender su honor hasta la muerte.
En suma, quiero resaltar —al tiempo que reconozco el derecho a denunciar de los periodistas— mi apoyo firme a la reacción asumida por doña Rosa Santos. Decir, además, que es improcedente confundir el derecho de “libre expresión del pensamiento” con los insultos calumniosos sin base probatoria.