Todo parece indicar que las viejas rencillas que dividen al pleno de la Cámara de Cuentas toco fondo y se hace necesario, además de urgente, una remoción de ese equipo.
Cuando fue designados por el Senado los actuales ejecutivos de la institución, en el país surgieron expectativas positivas, ya que, hasta ese momento, los integrantes de ese organismo dejaron mucho que desear.
En principio dieron señales positivas y esperanzadoras, pero rápidamente surgieron los chismes y desavenencias, que han llevado al organismo a una grave crisis de credibilidad.
Los conflictos iniciaron por denuncias de algunas funcionarias de la Cámara, sobre supuesto acoso sexual, por parte del máximo incumbente de la entidad.
Eso, cierto o falso, comenzó a minar la confianza y respeto que la sociedad dominicana le otorgo en principio, como un adelanto que esas personas no supieron refrendar con sus acciones.
Muy lamentable porque ahora más que nunca, este país necesita de una Cámara de Cuentas compuesta por hombres y mujeres integros, respetados y respetables, que llenen las expectativas de una nación sedienta de controles efectivos, para quienes administran los recursos públicos.
Cuando hay un Ministerio Público que ha dado muestras de querer profundizar en la lucha contra la corrupción, es imprescindible una Cámara de Cuentas, que pueda hacer auditorias confiables, de lo pasado y lo presente.
Pero si algo esta claro es que esos incumbentes ya perdieron la confianza que este pueblo le otorgo, puesto que de nuevo se impuso la mediocridad, que tanto daño ha hecho a este país.