El pasado domingo Santiago y más allá fueron estremecidos por una tragedia, que refleja el nivel de bestialidad que se anida en muchos agentes policiales, como en los peores tiempos de nuestra historia reciente.
Todos le damos vueltas a nuestras cabezas buscando explicaciones que no podrán aparecer, cuando sabemos que el argumento para el incidente fue la música alta, en medio de un carnaval.
Ahora los enteramos que se trataba de una procesión de Semana Santa lo que había el domingo en las Carreras, donde no se podían permitir escándalos.
Pero qué ha sido siempre el carnaval en cualquier calle de nuestro país, sino un estruendo que rompe los tímpanos de todos los que se acercan, incluyendo a quienes están a mediana distancia.
Y cómo se le puede ocurrir a un ser humano, que no sea un siniestro energúmeno, apelar a un arma de fuego en medio de un tumulto, donde todos celebran y nadie pone en riesgo la seguridad de otros.
Esas son las interrogantes que no podrán encontrar respuestas. Pero mientras tanto la vida de un niño, una joven promesa para la Patria se ha perdido.
Una familia esta destrozada y una sociedad herida profundamente, por parte de alguien que esa misma sociedad le paga para que le garantice su seguridad, en todos los sentidos.
Por demás un fuerte golpe a las celebraciones del carnaval de Santiago, que será interrumpido para el próximo fin de semana, una celebración que ya tenía serios trastornos.
El clamor generalizado y eso parece entenderlo el alto mando policial, es que se haga justicia con severidad, que el o los responsables paguen duramente por su acción. Eso esperamos todos.