La tragedia ocurrida en San Cristóbal conmociona a toda la nación,
incluida la diáspora dominicana, que sigue muy atenta todo cuanto
acontece en su tierra natal.
La cifra de victimas fatales es aterradora, para convertirse en una de las
contingencias más mortíferas ocurridas en nuestro país, en los últimos
años.
Es posible que solamente se hayan registrado más víctimas, si damos por
sentado que es casi imposible que aparezcan con vida los desaparecidos,
durante los accidentes aéreos.
El país lamenta y arrima su hombro solidario con los familiares de los
fallecidos y con los heridos que reciben atenciones en hospitales, de San
Cristóbal y Santo Domingo.
Pero más allá del dolor y el luto, este acontecimiento estremecedor debe
servir para que en todo el país nos miremos en ese espejo y entendamos
que en muchos lugares pueden ocurrir cosas parecidas, inclusive peores.
Aquí todos sabemos las imprudencias que hay y falta de controles y
verificación por parte de las instituciones públicas, desde siempre, para la
instalación de empresas, que manejan material inflamable en cualquier
espacio.
Plantas de gas, gasolina, fábricas de materiales explosivos, son
establecidos en cualquier lugar, incluyendo en proximidades de hospitales,
escuelas y centros de gran concentración de personas.
La oportunidad, ahora que lamentamos esta tragedia, es para que haya
una movilización nacional, de estado y sociedad civil, para comenzar a
corregir tantas situaciones de alto riesgo, que hay por todo el territorio
nacional.