«Los blancos, morenos,
cobrizos, cruzados,
marchando serenos,
unidos y osados,
la patria salvemos,
de viles tiranos,
y al mundo mostremos,
que somos hermanos…»
(Juan Pablo Duarte)
Cada vez que entre los pueblos haitiano y dominicano surgen conflictos,
emergen los dos tipos de dominicanos que merced a esas tirantes relaciones
históricamente siempre han existido en la República Dominicana : los
haitianofóbicos y los haitianófilos.
Los primeros, movidos por un xenofóbico sentimiento que raya en lo
patológico, odian todo lo que se refiera al pueblo haitiano. Rechazan,
discriminan y odian a los nacidos en la vecina nación antillana, así como a los
hijos de padres haitianos que nacieron, crecieron y siempre han vivido en la
República Dominicana. Se reconocen estos por exhibir un discurso altamente
“patriotero” y un “ultranacionalismo” que no siempre coincide con su
antipatriótico proceder. E igualmente se reconocen porque suelen ser
bastante complacientes, indiferentes, entreguistas cuando es otra la nación,
especialmente Estados Unidos, la que afecta los intereses de nuestro país.
Los segundos o haitianófilos, por el contrario, son ciegos defensores de lo
haitiano y los haitianos. Todo lo que tenga que ver con la tierra de Dessalines
lo ven con los ojos de la piedad y la misericordia. Por eso justifican todo acto
en que un haitiano incurra, sea este legal o ilegal, y sin importarles para nada
lo poco o lo mucho que su apasionada defensa pueda afectar los intereses del
pueblo dominicano.
Entienden los haitianófilos que debido al estado de pobreza extrema en que
ancestralmente ha vivido Haití, a sus nacionales todo tenemos que
permitírselos. Se oponen rabiosamente a las deportaciones de haitianos que
residen ilegalmente en nuestro país; pero nada dicen cuando Estado Unidos
hace lo mismo con los dominicanos que allí viven de manera irregular. Tal es
el nivel de su haitianofilia o pasión por lo haitiano, que en ocasiones no
sabemos por quién sienten más amor, si por su patria dominicana o por la
nación haitiana.
Tanto la haitianofobia como la haitianofilia constituyen sentimientos
generadores de medidas y comportamientos que nada aportan a la sana y
humana convivencia. Sentimientos, tanto uno como el otro, que borran el
buen juicio de nuestro universo mental y nublan por completo nuestro
horizonte racional. El accionar que de esta visión o estado afectivo resulta,
choca con el espíritu de la ley, entra en contradicción con las normas y
principios de la justicia social y afectan bastante las armónicas relaciones que
deberían existir entre dos naciones hermanas que comparten un mismo
territorio.
Los problemas derivados de esas relaciones deberían enfrentarse orientados
por los mandatos del cerebro, no del corazón, esto es, lo racional debería
imponerse a lo sentimental; pues como ha de saberse, la pasión opera como
un manto opaco que nos impide percibir o ver la realidad tal como es.
La polémica sentencia 168/13 emitida por el Tribunal Constitucional en el año
2013 contribuyó a “desempolvar”, como nunca, a estas dos clases de
apasionados dominicanos: los haitianfóbicos o antihaitianos y los haitianófilos
o ciegos defensores del pueblo haitiano.
Vale aclarar, sin embargo, que son muchos los dominicanos y no dominicanos
que se han valido del anti y prohaitianismo para lucrarse y amasar fortunas.
Esos ciudadanos, en lugar de luchar para que entre los dos pueblos existan
cordiales relaciones, estarán siempre atentos para encender la mecha de la
discordia.