Con esa pregunta inició su reflexión pública el filósofo español Emilio Lledó (Sevilla, 1927), constituyendo la misma la realzada en los titulares de los medios de comunicación que difundieron sus conceptos. ¿Acaso era para llamar la atención de los lectores o conjeturar sobre una respuesta negativa en contra de una conquista de la humanidad sobre uno de sus derechos fundamentales? No ocurrió la primera suposición, ni la otra.
A continuación resumo los conceptos al respecto, de este catedrático de Historia de la Filosofía y galardonado con varios Doctor Honoris Causa de distintas universidades. Dijo:
“Es obvio que hay que tener libertad de expresión, pero lo que hay que tener, principal y primariamente, es libertad de pensamiento. ¿Qué me importa a mí la libertad de expresión si no digo más que imbecilidades? ¿Para qué sirve si no sabes pensar, si no tienes sentido crítico, si no sabes ser libre intelectualmente?”.
Sobre ese cuestionamiento del párrafo anterior, es claro para el maestro formado en Alemania, que el desarrollo de la informática ha generado, en efecto, un uso y abuso en la comunicación personal y social, y, en donde podemos apreciar la pobreza del pensamiento en la mayoría de esos contenidos. Así pues, lo primario y principal es cultivar el pensamiento… En ese sentido, la educación formal debe jugar un papel esencial.
La Educación en distintos países presenta muchas debilidades en la formación del saber pensar, porque ha eliminado la obligatoriedad de la Filosofía en sus planes de estudios y en sus diferentes niveles, y en ese sentido el Prof. Lledó afirma: “Me parece un disparate. Una cosa inconcebible, cuando hoy precisamente en el mundo tecnológico es tan importante la reflexión sobre los sentimientos, sobre las acciones, y a eso ayuda la filosofía”.
Por tanto, esa situación ha llevado el mundo hacia la actual crisis: “Creo que no estamos tanto ante una crisis económica, sino en una crisis de la mente, de nuestra forma de entender el mundo… es la crisis de la inteligencia. No estamos solo ante una corrupción de las cosas, sino ante una corrupción de la mente” (E. Lledó)
¿Será una mente vacía de contenidos, y por tanto, carente de “libertad de pensamiento”, la nueva forma de la esclavitud sin cadenas pero con libertad de expresar lo que nos venga en gana, de manera imprudente y vulgar, frívola y espectacularmente, y para colmo, sin sólidos argumentos intelectuales?
¿Acaso será esa realidad parcialmente colectiva fortuita o impensada, o en cambio, forma parte de un plan dirigido desde un Poder mundial?
Termino con una frase de este notable filósofo y escritor: “La riqueza de un pueblo no es la del suelo, sino la del cerebro”.