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A los 56 años
Hoy, que el calendario nuestro marca el día 14 de los corrientes, ante todo debemos dar gracias, porque estamos cumpliendo un año más de vida.
A los 56 años, preferimos pensar en todo aquello que nos ha servido para crecer en todo sentido y entender que la vida debemos hacerla desde las experiencias, aquellas positivas y las que creemos que son negativas, pero deben servirnos, no para vivir con malquerencias, por las inadecuadas actuaciones de otros que quizás nos han causado malestar o daño. La vida es muy corta o demasiado valiosa como para perder el tiempo de la misma gastándolo en acumular todo tipo de sentimientos, que a la larga en nada nos ayudan a mejorar quienes somos ni en enriquecer nuestro espíritu.
A los 56 años, que hoy comienza otra vuelta al sol, hemos aprendido que existen personas que prefieren ser dominados por la soberbia; el rencor; la venganza o la envidia; el odio o la indiferencia. Pero que dependerá de cada uno de nosotros si vivimos para acoger y permitir que eso lo sembremos en el jardín de nuestro corazón o permitir que nos envenene el alma. Y ambos espacios, son el motor para que podamos maravillarnos aún del amor; el cariño; la comprensión; la solidaridad; y el apoyo; de personas que aún creen en ti; que consideran tu amistad invaluable; que te respetan y te conocen bien.
En estos 56 años, hemos aprendido a valorar la vida en sus detalles más que en su conjunto. Porque eso nos permite asumir mayor consciencia del momento que vivimos en cada instante y no en lo que sucedió o en lo que sucederá.
A los 56 años, hemos aprendido a valorar el amor de familia, y como esto influye de forma positiva en el caminar de todo ser humano.
En estos 56 años, hemos valorado y aprendido lo importante de expresar tus sentimientos o demostrarlos, pero los que hacen crecer cualquier flor dentro del corazón de los demás y que ayude a aliviar o a sonreír o recordarle a quien se manifiesta, que a alguien importante para ti. Dar un abrazo; brindar una sonrisa y saber que cada minuto que dejas pasar sin hacerlo, es una oportunidad que has dejado de crecer. Y sobre todo, a dejar atrás el orgullo, porque es un impedimento que solo sirve para amargarnos la existencia; para ser un obstáculo que lo utilizamos para esperar que sea el otro quien cruce la calle para demostrarnos lo que siente, cuando bien puede hacerlo el que primero lo sienta. El orgullo, como la desconfianza, solo sirve para mantener distancia.
A los 56 años, nos damos cuenta como dice un filósofo, Soren Kierkegaard, que estableció, lo siguiente: “La vida solo puede entenderse hacia atrás, pero debe vivirse hacia delante”.
A nuestros 56 años, hemos aprendido que la vida, es aquello que nos va sucediendo mientras estamos pensando si vale la pena vivirla. O si vivimos solamente con una queja eterna o con un sable quitándote todo aquel que quiera acercarse a ti. Dejan de sumar para comenzar a restar en sus vidas frente a la divinidad.
A los 56 años, damos gracias por estar aquí formando parte de los vivos y de aquellos que no solamente dejan latir el corazón sino que nos afecta la injusticia; nos hace reír un niño a carcajadas; nos solidarizamos con el dolor ajeno; nos enriquece el alma los logros de gente amada y querida. Y podemos disfrutar de la gente que amamos sin temor.
En estos 56 años, damos gracias porque disfrutamos hoy más que nunca de este hermoso país. De su naturaleza; nuestra cultura; nuestra gente, esa que es buena y sencilla, que es la mayoría y no quedarnos solo en la que vive de la maldad o de la ignorancia del bien.
En estos 56 años, sabemos que estar saludable, es una responsabilidad de cada quien y estamos más conscientes de todo lo que debemos hacer para ser nobles con nuestro cuerpo, externo e interno. Para nuestra satisfacción, y para mis hijos, que aún espero nos quede el tiempo para vivir disfrutándonos.
A los 56 años, hemos aprendido el gran significado de los valores. El saber que nunca has hecho daño con intención a nadie. Que nunca hemos engañado, ni estafado, ni tener el corazón para destruir a nadie. El saber que existirán los malvados desde el alma y los que se pueden cebar con el chisme de los problemas de los demás y hasta avivar la llama del árbol caído. Pero de esos mencionados, no acojas su descontento de la vida para que nunca seas su esclavo.
En estos 56 años, hemos aprendido a reconocer errores para enmendarlos o aprender de ellos y no cometer los mismos. A no creernos por encima de nadie. Y poder llorar cuando ha sido necesario y saber que cura y limpia el alma.
A los 56 años, podemos decir, gracias Dios, primero por la vida de mis hijos y luego, por todo lo que nos has mostrado y de la manera que nos has permitido sentir tu presencia. Y habernos probado, para demostrarnos que si estamos a tu lado, no debemos conocer la palabra, rendición, ante la adversidad; las zancadillas y las tormentas.